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Cómo bailar como si todo el mundo estuviera viéndote

Incluso si tu estilo de baile siempre ha sido torpe, incómodo y sudoroso. Vale la pena.

8 agosto, 2025
ilustración de hombre bailando

Los bailes escolares de mediados de los años 90 en los suburbios de Massachusetts se realizaban en las noches de viernes. Mis amigos siempre estaban ahí, junto con las niñas que les gustaban. Pero yo no. Mientras que el resto de la clase bailaba al ritmo de Bon Jovi, TLC y “la Macarena”, yo estaba en casa, recostado en el sillón viendo The X-Files con mi hermano. Mis amigos me llamaban por teléfono para molestarme. Se escuchaba la música de fondo, así como las risas. Parecía divertido, pero siempre terminaba diciéndoles algo como “Lo siento, pero no puedo perderme The X-Files”. Me encantaba ese programa, pero la verdad era más complicada que eso. Lo que ocurría en realidad es que bailar me aterraba.

Los científicos sociales afirman que los humanos tenemos ocho diferentes tipos de inteligencia, en diverso grado. Algunos tienen más inteligencia lógica y matemática; otros son excepcionales para la música o las relaciones interpersonales. A mí me crió una familia de lectores y parlanchines, así que no es una sorpresa que haya desarrollado más la inteligencia lingüistica y verbal. Eso me llevó a convertirme en escritor y maestro. Auque me encantaba jugar hockey y futbol americano cuando era niño, el tipo de inteligencia que tengo menos desarrollado es la “corporal cinestésica”. Cualquiera podría advertirlo de inmediato al verme en una boda: “ese tonto no puede bailar”.

No crecí bailando. No recuerdo a mis padres bailar jamás. No bailábamos en las fiestas. Mi primer recuerdo relacionado con esto está plagado de horror y sudor. Esto fue en la clase de educación física en sexto de primaria. A los niños se les emparejaba con las niñas para que aprendieran a bailar. Como cualquier persona razonable, intento evitar el dolor, tanto físico como mental, en mi vida diaria, así que después de esa experiencia, simplemente me resigné a no ser una persona que baila. Durante muchos años, tuve éxito con este enfoque. Pero luego me topé con un gran obstáculo: me enamoré de una bailarina.

Mi esposa, Liz, es maestra de yoga, bailarina y coreógrafa. La gente le paga para que les enseñe a bailar y también le pagan para que lo haga ella misma. Su inteligencia corporal cinestésica es excepcional. Se mueve con gracia y naturalidad. Descubrí esto durante nuestra primera cita. Fuimos a un bar y había un DJ. Pensé que ella no querría tener nada que ver con un hombre que no bailaba. Afortunadamente, en ese momento seguramente estaba tan enfocada en la música que no notó la torpeza con que me movía. Unos años más tarde, nos casamos y yo tenía dos opciones: podía ser ese hombre que se queda sentado en las bodas o podía simplemente atreverme a intentarlo.

Debo decir que no es que me desagrade bailar, simplemente me hace sentir ansioso, abrumado e incómodo. En mi mente estoy preguntándoome constantemente cosas como “¿Es esto lo que se supone que deben estar haciendo mis piernas? ¿Debería levantar los brazos ahora mismo? ¿Más o menos movimientos de cadera?”. En los instantes en los que por alguna razón no estoy sobreanalizando las cosas, lo entiendo todo: bailar es genial. Sentir que te mueves en (relativa) sincronía con la música es algo que seguramente está relacionado con nuestros instintos. Pero luego, los pensamientos me asaltan de nuevo y me doy cuenta de cómo me veo junto a las personas que en verdad bailan bien, primordialmente mi esposa. ¿Cómo lo hace? ¿Qué pasa por su cabeza? Una noche, en el camino a casa después de una fiesta, le pregunté.

El baile es algo en lo que piensa mucho, dado que está relacionado tanto con su vida profesional como personal. Pero también es algo que siente de manera tan natural que puede realizar movimientos nuevos y además susurrarme cosas al oído o brindarle apoyo a otros. Mientras yo me siento ansioso por no ser capaz de seguir el ritmo, Liz está armando coreografías en tiempo real. Cuanto más la escuchaba describir su proceso, más claro me quedaba que para ella el baile es una especie de lenguaje. Y si lo practicas desde que eres muy joven, cuando creces ni siquiera tienes que pensar en ello: simplemente lo hablas. Si, por otro lado, nunca lo has intentado sino hasta un fatídico día en sexto de primaria, la cuestión se complica.

Aquellos que tenemos una inteligencia corporal cinestésica muy pobre procesamos cada movimiento en nuestro cerebro antes de enviarle el mensaje a nuestro cuerpo de que lo lleve a cabo. Es algo que toma más tiempo del que debería, y se nota ya que se cometen muchos errores. Pero lo que algunas personas no saben es que hay un punto medio entre hablar perfectamente este idioma y ser un analfabeto. Así como puedes aprender suficiente francés para sobrevivir unas vacaciones en París, puedes aprender algunos trucos que te permitan divertirte en la pista. Y creo que es algo que todos deberíamos hacer.

En primer lugar, el baile es bueno para nosotros como seres humanos. Es parte de lo que somos como especie; algo que nos conecta con otros y probablemente es la primera actividad comunal que realizaron nuestros antepasados. El baile nos acerca a aquellas personas que queremos, así como a perfectos desconocidos, y esto último es quizá aún más importante en tiempos en que todo el mundo está aislado y cada persona tiene la mirada puesta en su teléfono.

ilustración de personas bailando
Ilustración: Daryl Rainbow

En segundo lugar, el baile es algo que podría ser importante para nuestras parejas y relaciones. Al bailar, estamos demostrando compromiso y hablando el lenguaje del amor. Durante la boda de mi mejor amigo, al ver la pista, sabía que no podía ser la única persona que no se atreviera a ir y hacer el ridículo. Las personas como yo queremos simplemente pasar desapercibidas entre la multitud y hacer felices a nuestras parejas. Quizá nunca dominaremos el arte del baile, pero eso no significa que debamos sentarnos y ver cómo el resto del mundo se divierte. ¿Qué podemos hacer entonces? Afortunadamente, vivo con una bailarina, así que le pedí algunos consejos.

El primero es simplemente tomar las cosas con calma y no complicarse. “Comienza sintiendo el ritmo en tu pecho. Deja que las vibraciones viajen por tu columna. Mueve la cabeza de un lado al otro y luego permite que tu pecho se una a la fiesta”. Llegamos a la fiesta de Fin de Año cuando faltaban dos minutos para las 12. Todo el mundo llevaba varias horas bailando y bebiendo. El DJ había elegido un ritmo de bajo y batería que era fácil de seguir. Podía sentirlo en mi pecho. Podía mover la cabeza, no era algo tan complicado. Y, si me sentía perdido, siempre podía empezar de nuevo. Pero eventualmente necesitaría algo más que eso. ¿Qué sigue?

El segundo consejo de Liz es útil para esos momentos en los que llevas mucho tiempo con el mismo movimiento y no sabes qué hacer a continuación. “Quizá puedes hacer algún gesto con la mano o rotar la columna de un lado al otro, dejando que sean tus hombros los que marquen la dirección. Concéntrate en un solo instrumento y toma un momento para sentir tus pies. Puedes hacer algo tan simple como moverlos en una dirección y luego en la otra; de adelante a atrás, dejando que la música te mueva”. Esto parece demasiada información, pero la parte de enfocarte en un solo instrumento me funcionó. Alterné entre pensar en la batería y luego en el bajo o la letra. Por primera vez, sentí como que en verdad estaba bailando, hasta que el DJ cambió la canción.

Con la llegada de un nuevo ritmo, me puse nervioso y volví a sobreanalizar las cosas. Pero luego me acordé del primer consejo: ir de vuelta a lo básico, mover la cabeza y sentirlo en el pecho.

El consejo final de Liz es buscar inspiración. “Imita los movimientos de otros si se ven bien o te parecen divertidos”. Esto resultó muy útil para dar la bienvenida a un nuevo año bailando junto con un grupo de personas. Copié a los buenos bailarines, pero también tomé inspiración para divertirme de los no tan buenos, personas que parecían estar pasándola bien, sin preocuparse por lo que pensaran los demás.

He aceptado el hecho de que nunca dominaré el lenguaje del baile, pero también he llegado a la conclusión de que prefiero hacer lo que puedo y equivocarme de vez en cuando a quedarme mirando. Incluso si no tienes a una experta que te ayude como Liz, ojalá sus consejos te resulten útiles. Comienza de a poco, pero atrévete. Vale la pena.

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