La mecánica perfecta: el arte en movimiento de un reloj automático
Precisión, elegancia y autonomía: así funciona un reloj automático, la pieza de ingeniería que nunca deja de latir.
Los relojes automáticos representan la máxima expresión de la relojería tradicional. Con un mecanismo sofisticado que no requiere baterías, estos relojes funcionan gracias a la energía cinética del usuario, convirtiéndolos en verdaderas obras de arte en movimiento.
El corazón de un reloj es su movimiento, también conocido como calibre. Existen dos tipos principales: mecánico y de cuarzo. Mientras que el primero se basa en un complejo sistema de engranajes y resortes, el segundo funciona con batería y un circuito electrónico. En los relojes mecánicos, la energía proviene de un muelle real enrollado, que libera su fuerza de manera constante para mover las manecillas.
Dentro de los relojes mecánicos, encontramos los de cuerda manual y los automáticos. Los primeros requieren que el usuario gire la corona regularmente para mantener su funcionamiento. En cambio, los relojes automáticos, también llamados “de carga automática”, se alimentan con el simple movimiento de la muñeca gracias a un rotor oscilante que mantiene la reserva de energía siempre activa.
Una de las principales ventajas de los relojes automáticos es su autonomía. Mientras un reloj de cuarzo necesita un cambio de batería periódico, un automático solo requiere ser usado con regularidad para mantenerse en marcha. Además, muchos modelos incluyen la opción de cuerda manual, permitiendo ajustar la carga según las necesidades del usuario.
Más allá de su funcionalidad, la verdadera magia de un reloj automático está en su artesanía. Cada pieza es ensamblada con extrema precisión por relojeros expertos, convirtiendo a cada modelo en una joya de ingeniería. Este nivel de atención al detalle también explica por qué estos relojes suelen ser más costosos que los de cuarzo.
Un reloj automático no solo es un accesorio, sino una inversión. Con el cuidado adecuado, estas piezas pueden durar generaciones, convirtiéndose en verdaderos legados familiares. Además, su mecanismo de barrido continuo de las manecillas, en lugar del tic-tac de los relojes de cuarzo, aporta una sensación de fluidez y sofisticación inigualable.
En un mundo dominado por la tecnología digital, los relojes automáticos siguen siendo un símbolo de tradición, arte y precisión. Un accesorio que no solo da la hora, sino que cuenta una historia de ingeniería, diseño y pasión por la relojería.
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