De carreta a referente: la saga de Tacos de Armando
De Hermosillo a CDMX, Tacos de Armando trae carne al carbón, hospitalidad norteña y una historia de resiliencia familiar.

La historia de Tacos de Armando es, ante todo, una crónica de oficio y paciencia. En 1986 Armando Torres, un carnicero sonorense, cambió la carnicería por una carreta junto a una escuela, decidido a asar cortes de restaurante en tortilla. “Fue un taco distinto”, recuerda hoy su hijo y director con el mismo nombre, “la gente lo notó de inmediato”.
En aquellos primeros días, la propuesta sorprendía por su pulcritud y una barra con aguacate que anticipaba la experiencia. “Mi papá cuidaba cada detalle y el público se lo reconoció”, dice. El norte tenía un nuevo ritual: carne al carbón, porciones generosas y sazón franca.

La bonanza no llegó de inmediato. Llegaron franquicias, locales con servicios y el modelo ambulante recibió el golpe. “Las ventas cayeron 85–90%. Ser ambulante es durísimo”, admite. Pero la familia no se rindió.
A los 21 años, el heredero pidió la estafeta. Se quedó en la carreta, aprendió entre carbón y salsas, y aceptó el costo personal: noches cortas, cero fiestas. “Dame chance y veo qué hago”, le dijo a su padre. Ahí comenzó la segunda vida del negocio.
El siguiente giro fue anclar el proyecto. Pasar de la banqueta a una taquería establecida significó agua, baños, mesas y una curva de aprendizaje larga. “De carreta a taquería es otro mundo”, resume. El equipo creció a prueba y error.
La mentalidad cambió con los libros. Un cliente le recomendó lecturas sobre servicio de clase mundial. “Si un bolero puede ser de élite, una taquería también”, pensó. Empezaron mejoras diarias: mobiliario más digno, uniformes, orden; pequeños pasos, efecto acumulativo.
El enfoque fue quirúrgico: conquistar a las mujeres para conquistar a todos. Sumar vino elevó la experiencia sin volverla prohibitiva. Pronto aparecieron las filas y la certeza de una fórmula: gran producto + calidez.

En 2019, “Las Crónicas del Taco” los presentó al mundo. “En casa ya había cola; el documental abrió puertas afuera”, admite. Pero insiste: “La gente no viene solo por el taco; viene por lo que le hacemos sentir”.
La carta mantuvo el ADN: carne asada estilo Sonora, campechano, papada, guacamole al momento y salsas caseras. En CDMX (Río Nilo 84), la propuesta se replica con menú breve y claro: tradición con guiños contemporáneos.
En el asador, la evolución también se notó. Del ribeye inicial migraron a top sirloin Angus high choice por consistencia y suavidad. “Corte grueso, suave y, si el cliente quiere, grasita”, explica. Calidad constante como regla no negociable.
El “Taco de Armando” es el manifiesto de la casa: tortilla de harina con frijol, carne al término elegido, poquito guacamole y salsa de tomate con habanero y ajo. “No necesita más”, sentencia. Para iniciados, sugiere el taco muñeco: maíz con frijol y queso fundido más carne.
La competencia real, dicen, está del lado de adentro. “No miramos precios ajenos. Competimos con el de ayer”, afirma. La comunidad se construye con detalles: copas grabadas para fieles y hospitalidad que se siente.
Sobre el ambulantaje, es directo: “No podemos competir en regulación; nos adaptamos. El reto es ser mejores cada día”. En un mercado de modas veloces, su norte no se mueve: producto impecable y trato cálido.
La llegada a la capital no fue casualidad. “CDMX te proyecta”, cuenta. Soñó con ver su marca en grande y trabajó hasta lograrlo. Hoy, en la Cuauhtémoc, la sala reproduce el ánimo de Hermosillo: norte franco, servicio que mira a los ojos.
Queda la lección del camino largo. “Funcioné en positivo cuando no había resultados”, dice. La fe, la constancia y mucho carbón sostuvieron dos décadas de aprendizaje hasta el punto de quiebre: filas, foco y futuro.
A quien quiere emprender, le deja un reto: “Métete a trabajar antes de invertir. Aprende la putiza real, te pagan por ello y ahorras errores. Luego decides si es para ti”. En su caso, lo fue: de carreta modesta a referente que cruza fronteras.
Qué ordenar en Tacos de Armando
Si tuvieras que pedir el último taco de la vida, no sólo en Tacos de Armando, en cualquier taquería, tendría que ser el Taco de Armando. Es simplemente perfecto. Tortilla, ya sea de maíz o harina, carne y frijoles, puedes acompañarlo con queso y guacamole y, por supuesto, salsa. No necesitas más.

Dónde: Río Nilo 84, Cuauhtémoc, 06500 Ciudad de México, CDMX
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