Octavia: cocina mexicana con técnica y corazón
Un recorrido por los sabores de México en manos del chef Jonatán Gómez Luna y un equipo que eleva la tradición con creatividad y técnica.
Cuando llegué a Octavia, en la colonia Roma, supe que no iba a ser una cena cualquiera. El espacio, sobrio y elegante, tiene esa calma sofisticada que prepara a los sentidos para una experiencia distinta.
El restaurante, bajo la batuta del chef Jonatán Gómez Luna, galardonado con una estrella Michelin, se define como una propuesta de cocina mexicana de vanguardia. Su identidad se sostiene en tres pilares: la temporalidad, los ingredientes locales y una fuerte inspiración en los moles representativos de distintas regiones.
Desde el inicio me contaron que Octavia ofrece dos menús principales: Nuestra tradición, de seis tiempos, y Evolución, de 15 tiempos. Ambos se acompañan de una carta de bebidas por separado y maridajes diseñados al detalle. Yo elegí el menú Nuestra tradición, de seis tiempos, con el maridaje Origen.
Los tres primeros bocados de temporada marcaron la pauta de lo que vendría. Adrián Barrientos, sous chef, nos sugirió probar la Margarita (una esfera que explota en la boca, fresca y con notas alcoholosas), la Hoja de Quelites (ligeramente picante, con toques de limón y vinagre) y la Tartaleta de Hamachi. Una entrada sorprendente y juguetona.
El primer gran momento llegó con la Sopa de Nata, un platillo inspirado en el restaurante Nico’s. Fue uno de los más complejos técnicamente, con capas de reducción de jitomate, espuma de nata y un delicado papel de leche. Ahí entendí que en Octavia no solo se viene a comer: se viene a vivir un discurso gastronómico.
El ambiente del lugar es íntimo y cuidado. La sala transmite cercanía, pero sin caer en pretensiones. Me gustó saber que aquí no existen comensales VIP: todos somos recibidos con la misma atención y respeto. Ese detalle habla tanto como los platos.
La atención del servicio fue impecable. Desde la explicación de cada preparación hasta la recomendación de maridajes, todo se siente pensado para que el comensal entienda el origen y la técnica de lo que llega a la mesa.
Como plato fuerte pedí la lengua en mole negro. Una lengua cocinada 72 horas a baja temperatura, acompañada de un mole con 35 ingredientes, un mil hojas de papa confitada y tortillas de maíz azul con hoja santa. Fue, sin duda, el protagonista de la noche. La textura suave de la lengua y la profundidad del mole crearon un momento que recordaré mucho tiempo.
El maridaje Origen supo elevar cada tiempo sin restarle protagonismo. Esa coherencia entre cocina y barra me pareció uno de los puntos altos de la experiencia.
El postre que elegí fue No todo lo que brilla es oro, también el favorito del chef. Fresco, con notas cítricas y lácteas, fue el cierre perfecto de una cena intensa y equilibrada.
Me quedé con la sensación de que Octavia busca honrar la tradición al mismo tiempo que la transforma. Aquí los recuerdos personales y culturales se traducen en platos que provocan emoción y sorpresa.
Salir de Octavia fue salir con gratitud. No solo por haber probado un menú sólido de principio a fin, sino por haber entendido que detrás de cada detalle hay un equipo que se esfuerza por darle identidad a la cocina mexicana contemporánea.
Dónde: Valladolid 96, Roma Nte., CDMX
Reserva aquí.
