Osvaldo Benavides: la vida es un regalo
Así es como él lo ve, un hombre que combina talento, experiencia y el deseo de disfrutar al máximo el tiempo que le ha sido dado. Hablamos con él sobre salud, paternidad y uno de los proyectos más especiales en los que ha participado.

Se dice con frecuencia que los actores habitan la piel de múltiples personajes a lo largo del tiempo. Si bien la analogía funciona para ilustrar la gran capacidad que tienen de representar otras vidas, la realidad es que, como el resto de nosotros, están limitados a un solo cuerpo. Eso significa que deben hacer todo lo posible por cuidarlo. Osvaldo Benavides lo tiene claro. “Yo soy un clavado de la salud”, me cuenta al concluir la sesión de fotos que acompaña esta entrevista. Nos encontramos en una habitación 36 pisos por encima del Paseo de la Reforma y la vista es espectacular. “Es algo que me hace sentir muy bien e invierto mucho tiempo en ello. Todo: ejercicio, recuperación, alimentación, nutrición, suplementación. Amo mi cuerpo y lo cuido porque es lo que tengo para vivir y quiero que me dure, quiero estar sano cuando esté viejo y quiero poder caerme al piso y no romperme. Cuidar mi cuerpo es un tema de compromiso con mi bienestar y mi disfrute a largo plazo”.
Osvaldo, el actor, también se beneficia de esto. A lo largo de más de 40 producciones ha contado todo tipo de historias y disfruta el proceso de definir la corporalidad del personaje. “Es parte de lo divertido de los retos actorales que uno se pone, decir ‘ok, puedo transformarme y puedo disfrazarme no solo con el maquillaje y el pelo, también con cómo pongo el cuerpo”, pero advierte que la línea es muy delgada: “Hay personajes que lo piden y otros no. De pronto, abusamos como actores al querer caracterizar a los personajes y cuando se nota, está mal hecho”.
La capacidad de modular las interpretaciones y hallar el punto justo es algo que sólo se desarrolla con el tiempo y la práctica. Habla de un actor experimentado y sensible. Esto aplica también para la selección de los proyectos en los que participa. “Ahora creo que soy más intuitivo a la hora de escoger, es de feeling. Me importa buscar trabajos donde hay una promesa de set armónico. Es muy importante a estas alturas de mi vida disfrutar los sets y siempre es un regalo hacer personajes muy lejanos a mí. Tengo suerte porque de pronto me han pedido cosas que yo mismo no me castearía para hacer, pero esos son los divertidos porque justamente te dan el chance de salirte de lo que se espera de ti”.

Una herida compartida
Uno de sus proyectos más recientes toca fibras muy sensibles, particularmente de quienes vivimos en la Ciudad de México. Se trata de Cada minuto cuenta. Narra los acontecimientos del 19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto de 8.1 grados sacudió la capital e hizo caer varios edificios no muy lejos de donde nos encontramos ahora. “Yo tenía seis años. Me acuerdo sobre todo del alarmismo de los adultos. A través de ellos sentí la gravedad de las cosas”. Desafortunadamente, la tragedia golpeó de nuevo a la ciudad en 2017. “Ahí sí me acuerdo perfecto. Lo primero que hice fue ir a ver a mis seres queridos y sacar a los niños de la escuela. Luego, sí me tocó salir a las calles e ir a los derrumbes y ayudar. Todo el mundo tiene una historia de terremotos y es muy personal. La serie es muy conmovedora y muy impactante, pero al mismo tiempo te pica. Me parece que la hicimos bien”.
El personaje al que interpreta está basado en una persona real. “Es el papá de un amigo muy querido entonces hay una entrega especial, unas ganas de entrarle al proyecto con un cuidado amoroso”. Dado que se trata de un tema duro, me pregunto si esto tiene un impacto en él una vez que sale del set. “No me llevo el personaje a casa. No puedo, no sé cómo se hace y no me gusta”, explica. “Cuando era más joven, me quedaba dándole vueltas en la cabeza a ciertas escenas. Es algo que muchos actores compartimos, sentimos que no hicimos bien una escena y pensamos ‘hubiera hecho esto’ o ‘¿por qué no hice aquello?’. Ya tampoco me torturo de esa manera”.

Lo que hace para rendir a tope
Para retomar lo relativo al cuidado de la salud, le pregunto cuáles son las prácticas que han generado una mayor diferencia en su vida. “Definitivamente, los baños de hielo son un game changer”, señala. “Tienen un abanico de beneficios que sientes en el momento, pero además los hay a largo plazo. Es algo que me ha cambiado la vida. Lo disfruto tanto que lo hago a menudo”.
Otro elemento que, dice, ha hecho una gran diferencia para él es lo relativo a la higiene del sueño: “Hay gente que duerme muy bien en automático, no es mi caso. Se trata de entender qué es lo que necesito, cómo se tiene que preparar mi cuerpo para dormir. Tengo un pad que pones en la cama y corre agua por unas mangueras, tú regulas la temperatura. Yo lo pongo muy frío a lo largo de la noche”.
Uno de los principales enemigos del buen descanso es la pantalla del teléfono. “Seguramente lo dejas de ver horas antes de irte a dormir, ¿no?”, le pregunto, apuntando al aparato que tengo frente a mí para grabar sus respuestas. “A las 7:00 ceno y corto comunicaciones. Me pongo mis lentecitos bloqueadores de luz azul y dejo de trabajar”, afirma.

El tercer punto es la actividad física, algo de lo que sabemos mucho en MH. “Si no hago ejercicio soy una persona que no me cae bien. Voy al gimnasio, pero con rutinas muy personalizadas. El objetivo del entrenamiento que llevo es flexibilidad, agilidad, fuerza y resistencia. Practiqué muchos años boxeo. También me gustan los deportes de ocasión como de pronto ir a esquiar. Me gusta viajar y hacer ejercicio e intento inculcárselo a mis hijos”.

La vida se hizo más grande
Con esto último, Osvaldo toca un punto que es clave en esta revista: la paternidad. ¿Cómo impactó su vida convertirse en padre? “Gradualmente”, explica. “Con las mujeres, te cambia porque te cambia, lo veo porque tengo amigas. Creo que los hombres vamos más gradualmente, o por lo menos te vas dando cuenta de a poquito. Como yo lo veo en mi caso es que la vida es como una pista de circo. Ahí están los payasos y los trapecistas (coloca los dedos en la mesa, delimitando un área). Para mí, no es que esta pista de circo dejara de existir cuando tuve hijos, más bien se abrió una nueva pista (mueve la mano hacia un costado). La vida se hace más grande y más compleja, hay más cosas, más disfrute, diversión y producción, todo es más grande. Yo ya estaba en una búsqueda de salud, de estar mejor y más en paz, pero los niños han sido parte de esto porque tienes que estar superaplicado. Todo el tiempo te están retando y todo el tiempo se requiere más de ti en términos de inteligencia emocional. Es muy duro pero es un regalo”.
Más allá del ejercicio, ¿qué otras cosas espera inculcarles y qué clase de personas espera que sean? “Quiero que encuentren la manera de disfrutar, de amar y de estar en paz”, me dice. “Quiero que encuentren su propio camino, que se sientan con la libertad de ser lo que les toca ser, lo que son dentro de ellos mismos y que lo disfruten”.

Lo que viene
“La segunda temporada de Cada minuto cuenta”, dice Osvaldo, pero hay otros proyectos en puerta sobre los que nos enteraremos pronto. “Estoy arrancando a filmar una serie. No puedo decir más, pero siempre estoy generando proyectos. Hay varias cosas ahí formaditas y cada una lleva su ritmo”.
A esto se suma su interés por el mundo de la gastronomía: “Fue un golpe de suerte tener amigos talentosos. Me acerqué a uno de ellos para hacer Malcriado, que es un lugar de café de especialidad. Después, me sumé a Bobo y tenemos hamburguesas que son un fenómeno. Son cosas bien hechas, gente seria y comida de buena calidad”. Osvaldo Benavides está disfrutando cada momento y ese entusiasmo es perceptible en cada cosa que hace. Conversar con alguien así también es un regalo.

A lo largo de esta sesión, Osvaldo porta piezas de Tissot, una casa relojera con 172 años de historia que ofrece manufactura suiza de alta calidad y un elevado nivel de precisión.
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