La caballerosidad no ha muerto, sólo necesita una actualización
Por lo menos no completamente. Aquí explicamos cómo encontrar un balance entre los modales de la vieja escuela y las expectativas de la vida moderna.
Cuando siento que un beso está por venir, al final de una primera cita, observo al tipo con una mirada que dice “embrasse-moi” con el acento francés que no tengo. Pero, a pesar de que intento transmitirle la palabra “sí” con mis ojos, usualmente, él titubea y pone cara de que está resolviendo una ecuación de segundo grado mentalmente. Toda esta confusión podría resolverse con una simple pregunta: “¿Puedo besarte?”. No es lo más sutil, claro, pero es la única forma de asegurarte al 100% de que tienes consentimiento y eso es importante. Por un lado, conozco tanto hombres como mujeres a los que no les agrada la idea de alguien simplemente abalanzándose hacia su boca. Por el otro, también hay personas de ámbos géneros que piensan que la pregunta hace que se pierda la emoción del momento. Por supuesto, todo esto genera estrés.
Comportarte como un romántico y atento caballero con una mujer en una sociedad que privilegia la igualdad puede ser tan complicado como memorizar esos populares bailes de TikTok. Si viviéramos aún en los tiempos de los caballeros y las bellas doncellas, esto no sería un problema. En ese entonces, el éxito en lo que se refiere a conquistas dependía 90% de que el padre te aceptara y 10% de que le dijeras una o dos cosas dulces a la mujer en cuestión. Pero esta forma de operar ha quedado desplazada con el tiempo. Las cosas que deseamos como sociedad (igualdad, libertad de expresión) no empatan con ese concepto tradicional.
Dicho lo anterior, debo reconocer que cada vez que voy a una cita, me fijo en los comportamientos “caballerosos”: que me abran la puerta, que paguen la cuenta, que se aseguren de que llegue sana y salva a casa. Creo que la caballerosidad puede ser sexy todavía, simplemente es cuestión de hacerlo bien.
Lo primero es el planteamiento. Hay una gran diferencia entre “¿Quieres salir conmigo algún día?” y “Me encantaría llevarte a una cita. ¿Eso es algo que te gustaría?”. Técnicamente, no hay nada de malo con la primera opción, pero podría caracterizarse como pasiva y esto podría provocar que la respuesta sea igual de pasiva. Es menos emocionante que la opción en la que el hombre ya dejó explícito que le gusto y que busca cortejarme. Por supuesto, la idea de arriesgarte a que te rechacen asusta, pero créeme que no hay nada más atractivo que un hombre que deja claro que te desea y que va a hacer lo necesario para conquistarte (de forma respetuosa y con tu permiso).
Si tú invitas a alguien a que pase tiempo contigo, lo más apropiado es que te hagas cargo de los gastos. La llegada de la cuenta te brinda la oportunidad de mostrar una de dos opciones: en la primera eres un caballero que está feliz de invertir en un tiempo de calidad. En la segunda, eres alguien que es muy bueno para hacer cuentas en su cabeza. No tiene nada de malo que se te den las matemáticas, pero cuando se trata de seducción, la generosidad te llevará más lejos. Nunca he tenido un problema con dividir la cuenta, pero debo admitir que cuando esto pasa, especialmente si él me invitó a algún sitio, no puedo tomarlo tan en serio como alguien que está dispuesto a pagar la totalidad del consumo.
Al final de la noche, ofrece llevarla a casa o acompañarla si va a caminar o usar el metro. Si ella no se siente cómoda con eso, mándale un mensaje más tarde para asegurarte de que llegó a casa sana y salva.
Moverse por la ciudad como mujer es retador de formas que los hombres ni siquiera consideran, y es agradable saber que pensaste en eso. Siempre agradezco cuando el hombre me pregunta si prefiero que me acompañe o no, y si escribe para agradecerme por el tiempo y confirmar que todo esté bien. Me parece algo dulce.
Un momento: si se supone que los hombres y mujeres deben ser tratados de forma igual, ¿por qué nosotros deberíamos hacer más esfuerzo y desembolsar más?, podrías preguntarte.
No digo que debas hacer estas cosas porque las mujeres merecen ser tratadas de forma distinta. Deberías hacerlas porque el mundo es un sitio duro y cruel y los detalles y la generosidad son la mejor forma de fomentar conexiones humanas. Hazlas por la misma razón por la que harías algo bueno por cualquier otra persona, sin importar el género.
A fin de cuentas, la caballerosidad es un código de conducta. No se trata de lo que creas que una persona específica merece, sino de cómo decides comportarte tú. Si la idea de preguntar si está bien dar un primer beso te hace sentir incómodo, imagina cuán incómodo se siente que alguien te bese de repente sin permiso. Adelante, abre la puerta, pero eso no significa que toleraré que un hombre tome decisiones por mí que afecten mi calidad de vida, cosas como la forma en que me visto, cuánto maquillaje uso o a lo que debería dedicarme.
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Hay elementos de la caballerosidad que son aceptables (pagar por la cena) y otros que no lo son (ser el único que está a cargo de las finanzas de la pareja).
En la edad de oro de la caballerosidad, las cosas estaban muy claras y todo el mundo se casaba al mismo tiempo (muy jóvenes si me lo preguntas, incluso ilegal para los estándares de hoy). Afortunadamente, ahora que nos tomamos más tiempo para casarnos, tenemos la posibilidad de tener muchas más citas, algunas casuales y otras más serias. Ahora nos tomamos el tiempo de averiguar quiénes somos como individuos y qué es lo que necesitamos de parte de una pareja, así como lo que debemos aportarle. Eso forma parte de la caballerosidad 2.0, encontrarnos a nosotros mismos y decidir cuáles valores antiguos queremos que nos acompañen hoy y cuáles no. La caballerosidad no tiene por qué morir, simplemente debe adaptarse a los tiempos.
Este artículo salió publicado en la edición de agosto de Men’s Health México y Latinoamérica.
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