¿Los mito de la nutrición están dañando tu salud?
¡Los aceites de semillas son veneno! ¡La dieta carnívora es la mejor!

En 2009, una colección de cuentos llamados I Hope They Serve Beer in Hell, cuya temática era el abuso del alcohol, ocupó la lista de bestsellers del New York Times durante meses. El autor era el abogado Tucker Max. En 2024, después de un tiempo alejado de los reflectores, Max reapareció en un podcast conducido por el analista de derecha Tucker Carlson. “Prácticamente todo lo que encuentras en un supermercado es, en el mejor de los casos, malo para ti y en el peor, veneno literalmente”, le dijo a un incrédulo Carlson. “El aceite de canola fue inventado como un lubricante para máquinas. Es tóxico y terrible para el cuerpo”. Estas afirmaciones no deberían resultar sorprendentes. Hay toda una generación de influencers allá afuera que han decidido declararle la guerra a todas esas cosas que comemos en el día a día, desde la leche al café; los aceites de semillas; andulzantes artificiales e incluso vegetales (si llegaste hasta aquí: no se ha probado que esos alimentos sean nocivos si se consumen de forma moderada). Usualmente, los hombres que promueven la desinformación en torno a este tipo de temas mediante videos cortos en las redes son los mismos que hablan de estoicismo y resiliencia. Le piden a sus espectadores que carguen más peso y se vuelvan más duros, al tiempo que los asustan con lo que una galleta puede hacerles. Algunos hacen esto para vender sus propios productos y otros simplemente para hacer crecer sus plataformas. En ausencia de evidencia que respalde sus afirmaciones, ¿cuántos de ellos realmente creen que lo que dicen? E incluso si no estamos en riesgo por lo que comemos, ¿esta percepción de peligro constante podría dañar la relación que tenemos con la comida?
Por supuesto, los miedos asociados con la alimentación no son nada nuevo. En el siglo XIX, la gran preocupación era el benzoato de sodio y esto llevó a la creación de la US Food and Drug Administration o FDA, la máxima referencia en estos temas (el benzoato de sodio hoy es considerado seguro). En los años 60, el libro Silent Spring de Rachel Carson hizo de los pesticidas el tema de moda, mientras que en los años 80 apareció el miedo a que los organismos modificados genéticamente pudieran causar alergias, enfermedades autoinmunes o cáncer.
Lo que ha cambiado es que ahora es más sencillo y lucrativo que nunca difundir tu propia narrativa, además de que vivimos en una etapa en la que menos gente siente confianza en las instituciones. Hoy es posible llegar a millones de personas en unos días con nada más que una cuenta de Instagram. El hecho de que algunas plataformas permitan la monetización significa que los clicks pueden convertirse en dinero, así que aquellos que están dispuestos a hacer las afirmaciones más disparatadas tienden a llamar más la atención y generar más ingresos. Decirle a la gente que debe beber agua no es nada nuevo, pero decirles que cada taza de té que consumen podría estar liberando billones de partículas de microplástico en sus cuerpos, como afirma el defensor de la “dieta animal”, Paul Saladino, genera mucha atención. Intentar comer menos dulces y más vegetales no hará que te den un programa en Netflix, pero vivir a base de “pudín de nueces” y llamarle a las galletas “muerte empaquetada” sí puede hacerlo, como demuestra el entusiasta de la longevidad Bryan Johnson.
“Se trata esencialmente de atraer ojos a las pantallas”, dice Layne Norton, powerlifter, culturista y doctor en ciencias de la nutrición quien regularmente desmonta las mentiras que ve en las redes usando argumentos científicos. “Para cualquiera que esté buscando atención, la mejor forma de conseguirla es generar una reacción emocional de parte de la gente y una de las emociones más potentes es el miedo. Cuando se trata de nuestra salud, sentirnos el deseo de compartir lo que vemos dado que tenemos seres queridos. Detrás de eso está la idea de ‘si no pongo atención a esto, mi vida y las de las personas que quiero podría estar en riesgo’”.

¿Cierto o falso?
Como suele ocurrir con la desinformación, estas historias suelen tener una pizca de verdad. Sí, el aceite de canola se ha utilizado como lubricante para maquinaria. Sí, consumir demasiada azúcar puede conducir a la ganancia de peso, lo cual es un factor de riesgo para cáncer. Algunos compuestos que se encuentran en ciertos vegetales podrían empeorar los síntomas de personas que tienen padecimientos gastrointestinales, pero los beneficios superan por mucho a los riesgos para la mayoría de las personas.
En ocasiones, provocar miedo es tan simple como utilizar un lenguaje que suena complejo para hablar de procesos y sustancias del día a día: “Podría decirte ‘ten cuidado con el monóxido de dihidrógeno, es un solvente utilizando en plantas nucleares; puede diluir los electrolitos en tu cuerpo y provocar que tu corazón se apague’”, dice Norton. “Por cierto, estoy hablando del agua”. En casos como ese, una simple búsqueda podría bastar para romper con la afirmación que busca atemorizarnos, pero hay otras instancias en las que resulta más complicado.
“Muchas de las afirmaciones que hacen y difunden los influencers tienden a ser tramposas en cuanto a la forma en que eligen sus fuentes o pueden utilizar estudios de baja calidad como referencias. Esto genera confusión y miedo”, dice la nutrióloga Katherine Metzelaar. “Por ejemplo, aunque puede haber moho y micotoxinas en los alimentos, las regulaciones y los sistemas que se desprenden de ellas permiten asegurarnos de que estén debajo de los niveles que resultan dañinos para la mayoría de las personas”. El Sydney Heart Study que usualmente se usa como referencia en múltiples cuentas de X es otro ejemplo. Se llevó a cabo en los años 60 y parecía mostrar una correlación entre el consumo de aceite de semillas y la enfermedad cardiaca, pero, aquí está la clave, los sujetos típicamente consumían esos aceites a manera de grasas trans, algo tan dañino que muchos países prohiben que se use como aditivo en alimentos. Desde entonces, muchos estudios más robustos han revelado que no hay una correlación entre una cosa y otra, pero para cualquiera que desconfíe de los medios en general, un pequeño estudio como ese resulta muy atractivo. Además, el hecho de que sea viejo y poco difundido es evidencia, dicen, de una “conspiración” para que la gente no sepa la verdad.
A pesar de las “community notes” y los “fact-checkers” (que ahora están desapareciendo de Facebook), es mucho más fácil que una historia atemorizante pero falsa se vuelva viral que una real pero que genera menos emociones. En un estudio de 2023, realizado por la University of Southern California, los investigadores encontraron que el sistema de recompensas de las redes sociales promueve la difusión de desinformación. Hallaron que los usuarios más habituales de Facebook compartieron más historias, tanto falsas como reales, alentados por la posibilidad de recibir likes y comentarios. Las plataformas están pensadas para ser adictivas. La razón es que cuanto más tiempo pasen los usuarios ahí, más anuncios pueden vender. Para las personas que están preocupadas por lo que comen, una o dos publicaciones pueden hacerlas caer por una espiral de desinformación. “Un mecanismo importante que vemos está relacionado con el concepto de ‘sesgo de confirmación’”, de acuerdo con Raffaello Antonino, psicólogo de la University of Roehampton. “Alguien podría leer que los endulzantes artificiales son malos para la salud y luego seguir cuentas que suelen publicar cosas negativas sobre ellos. Cada una de esas publicaciones subsecuentes, ya sean falsas o verdaderas, refuerzan el miedo inicial y crean una cámara de eco que puede transformar algo que en un inicio parecía razonable en una abrumadora ansiedad en torno al tema en cuestión”.
Para los responsables de esta desinformación, los incentivos no siempre son claros. “Hace cinco o 10 años, te habría dicho que la mayoría de ellos saben lo que están haciendo”, explica Norton. “Pero ahora creo que la mayoría de ellos creen que están haciendo lo correcto. Se convencen a sí mismos de que tienen razón y piensan que están ayudando a los demás”. Los que en verdad lo están haciendo únicamente para beneficiarse económicamente son pocos. Creo que a muchas personas les gusta esta idea de ser el individuo que lucha contra el gobierno o contra grandes corporaciones. Para los espectadores, la posibilidad de pasarle la carga de las decisiones alimenticias a esta persona puede resultar liberadora”.

El resultado del miedo
¿Qué tanto está afectando esto a los hombres? Es difícil saberlo con precisión, pero los desórdenes alimenticios parecen ir al alza entre el sector masculino. De acuerdo con el Royal College of Psychiatrists del Reino Unido, ha habido un incremento de 128% en las hospitalizaciones relacionadas con este tema. “Analizar de forma obsesiva lo que comen, eliminar grupos alimenticios enteros y evitar ingredientes ‘peligrosos’ puede generar ansiedad”, de acuerdo con la nutrióloga Jennifer Scherer. “Esto se define como un miedo abrumador a comer cosas consideradas ‘no saludables’ y una preocupación constante por las consecuencias de cada comida. En algunos casos, esta ansiedad puede dar lugar a trastornos de la alimentación”. La exposición constante a opiniones de “expertos” también podría generar una sensación de culpa, según explica.
A diferencia de la anorexia o bulimia, puede ser más difícil identificar una obsesión con comer “saludable” o “limpio”. “Con tanta información contradictoria allá afuera, las personas pueden enfrentar fatiga de decisión. La idea de tener que elegir las cosas correctas les abruma y paraliza”, dice la psicoterapeuta Amber Young.
En incontables podcasts, influencers hablan sobre sus dietas carnívoras o libres completamente de azúcares; sobre cómo evitan comer en restaurantes o buscan que todo lo que consumen sea local. En el mundo real, la gente hace lo que puede y usualmente con muchos menos recursos que los que tienen estas personas. “Compro granos de café orgánicos de comercio justo y los muelo en casa e inmediatamente los refrigero para que se mantengan frescos”, dice un comentario en un foro sobre exposición al moho. “Nunca me gustaron los vegetales. Imaginen lo feliz que me sentí cuando me volví carnívoro y aprendí la verdad”, dice alguien en un video de Instagram titulado “Nos han mentido sobre los vegetales”.
Muchas personas afirman sentirse con más energía gracias a la dieta carnívora o keto, pero esto no tendría que ser sorprendente. Eliminar el azúcar y consumir más proteína es benéfico para la mayoría de personas. Lo que aún no está tan claro son los efectos a largo plazo de eliminar los vegetales. Los carnívoros no tienen carotenoides ni polifenoles en su dieta y estas son sustancias que cuentan con propiedades antioxidantes, las cuales se han relacionado con un riesgo reducido de desarrollar diabetes tipo 2 y cáncer. Para alguien como Joe Rogan que come carne fresca de venados que crecieron en un ambiente natural consumiendo hierba y frutas, este efecto podría mitigarse. Para alguien que compra carne en el supermercado, las consecuencias difícilmente serán las mismas.
¿Cómo puedes navegar este complejo mundo de los miedos y conspiraciones alimentarias? El enfoque más simple es evitar escuchar a aquellos que suenan demasiado confiados. “Lo que le digo a la gente es que pongan atención a la forma en que hablan estos ‘expertos’”, dice Norton. “Las personas que en verdad saben, no suelen usar palabras como ‘el mejor’, ‘el peor’, ‘siempre’ o ‘nunca’. La razón es que saben que el contexto del individuo es relevante. Además, pon atención para notar si la persona está dispuesta a decir ‘no sé’. Cualquiera que afirme tener la respuesta para absolutamente todo, probablemente está diciendo tonterías. Y si alguien tiene el nombre de la dieta que promueve en su perfil en IG, será mejor evitarlo ya que ha hecho de ello una parte de su identidad y dirá lo que tenga que decir con tal de defender esa idea”. Para aquellos que prefieren investigar por su cuenta, sitios como examine.com y consensus.app (Norton está afiliado con este último) resultan útiles ya que analizan y resumen las investigaciones sobre diferentes temas, de manera que el lector pueda saber hacia dónde apunta la evidencia más sólida.
Lo que puede resultar complicado es hablar de estas cuestiones con tu familia. En un famoso estudio de 2010, los investigadores describen algo que llaman el “backfire effect”. Eso se refiere al hecho de que los sujetos tienden a aferrarse aún más a sus creencias, ya sean sobre temas científicos o políticos, cuando se les presentan evidencias que los contradicen. “Cuando intento convencer a alguien, mi enfoque suele ser hacer preguntas”, explica Norton. “‘Ok, ¿y por qué piensas eso?’ o ‘¿cómo funciona eso exactamente?’ Incluso si la persona no cambia de opinión de inmediato, se marchará con algo en qué pensar”.
Siempre habrá personas que busquen beneficiarse con la desinformación. Esto porque hay poderosos incentivos tanto de atención como financieros para que lo hagan. Sigue la evidencia, en vez de seguir a los influencers. Ese es el mejor camino para mantenerte saludable.
Verdad vs ficción
Aquí la evidencia detrás de los mitos principales
Aceites de semillas
La afirmación: son peligrosos porque son ricos en ácidos grasos omega-6, los cuales supuestamente contribuyen a la inflamación, o porque se les calienta durante el procesamiento.
La ciencia: la inflamación es parte del proceso de regeneración del cuerpo y una reseña de los estudios al respecto concluye que “el aceite de canola mejora significativamente diferentes factores de riesgo cardiometabólico a comparación de otros aceites comestibles”. Es cierto que si calientas varias veces el mismo aceite a altas temperaturas, pueden acumularse compuestos tóxicos. Eso significa que deberías evitar cosas fritas para llevar, pero no que debas temerle a preparar un filete de salmón en tu casa.
Café
La afirmación: en los granos crece un moho tóxico (aflatoxinas), el cual está asociado con un incremento en el riesgo de cáncer de hígado.
La ciencia: “Aunque es cierto que algunos granos pueden contener pequeñas dosis de aflatoxinas, estos niveles están por debajo de aquellos considerados dañinos por instituciones como la FDA y la OMS”, dice Scherer. Por supuesto, no deberías abusar.
Azúcar
La afirmación: el azúcar está relacionada con una amplia variedad de condiciones y hace que las células cancerígenas crezcan más rápido.
La ciencia: “Aunque un consumo excesivo de azúcar puede contribuir a la obesidad, la diabetes tipo 2 y otras condiciones crónicas, la obsesión con los productos libres de azúcares puede generar ansiedad innecesaria”, dice Scherer. “El consumo moderado, especialmente de alimentos enteros como frutas, no es inherentemente dañino para la mayoría de las personas”. Como todas las células en el cuerpo, las cancerígenas usan glucosa como fuente de energía, pero no hay evidencias de que el consumo de azúcares extras acelere la progresión de la enfermedad.
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