Cortile: tradición italiana y calidez en cada bocado
La chef Atala Olmos nos abrió las puertas de Cortile, su refugio ítalo-mediterráneo en el corazón de Jardines del Pedregal.

Como fanático de la cocina, me encanta hablar con chefs. Siempre que visito un restaurante nuevo, procuro conversar con quien esté al frente de la cocina. Así fue como llegué a Cortile, al sur de la Ciudad de México, y conocí a Atala Olmos, una chef cuya hospitalidad y talento convierten cada comida en una experiencia memorable. Lejos de sentirme intimidado al compartir la mesa con ella, me encontré con una anfitriona cálida, apasionada por su oficio y generosa con su tiempo. Desde el primer momento, te hace sentir como en casa y te guía a través de sus platos con una entrega que se nota en cada detalle.
En una ciudad saturada de opciones gastronómicas, Cortile logra destacar por su autenticidad y calidez. Concebido por la chef Olmos, el restaurante recrea el ambiente acogedor de un patio familiar italiano, donde cada elemento —desde la decoración hasta el servicio— está pensado para hacerte sentir cómodo, bienvenido y bien alimentado.

“Queríamos que Cortile fuera un lugar cálido, sin pretensiones, donde la gente pudiera comer bien y sentirse bien”, cuenta Olmos, egresada del Culinary Institute of America y quien ha perfeccionado una visión que hoy encuentra su máxima expresión en este rincón del Pedregal.
La carta, diseñada completamente por ella, es un homenaje a la cocina italiana y mediterránea, con ingredientes locales y un enfoque artesanal. “Todo es hecho en casa: desde el pan hasta los helados. No compramos nada procesado”, afirma. Esa dedicación se refleja en platos como la milanesa a la napolitana, el risotto de hongos o el tagliolini al tartufo.

Más allá de la técnica, el verdadero diferenciador de Cortile está en el trato personalizado. “No somos un restaurante masivo. Aquí sabemos lo que le gusta al cliente, cómo le gusta y cuándo lo quiere. Si llega el señor Ibáñez, ya sabemos que quiere tequila con sangrita. Esa cercanía es invaluable”, comenta la chef con orgullo.
La propuesta gastronómica se apoya también en una carta de especiales que cambia mensualmente, basada en la temporalidad y el producto disponible. Eso permite a Olmos y su equipo mantener la creatividad viva y ofrecer siempre algo nuevo para los comensales frecuentes.

Para quienes visitan por primera vez, Atala recomienda iniciar con el milhojas de alcachofa con parmesano y trufa o las flores de calabaza rellenas de ricotta. Como plato fuerte, el pescado del día o la pasta frutti di mare. Y para cerrar, su tiramisú insignia acompañado de una copa de grappa bien fría.
Sobre lo esencial en la cocina de un hombre que ama cocinar, Olmos es clara: “Un gran aceite de oliva, buenos ingredientes frescos, proteína de calidad y, si es posible, un buen parmesano y pasta seca siempre en la alacena. Con eso puedes hacer magia en casa”.


Cortile no busca impresionar con fuegos artificiales. La presentación es sobria y cuidada, porque, como dice Atala, “yo no quiero disfrazar mi comida. Quiero que el primer bocado te sorprenda por su sabor y su frescura, no por su apariencia en Instagram”.
En palabras de la chef, el éxito de Cortile se resume en tres pilares: producto de calidad, servicio cercano y una carta que evoluciona constantemente. “El reconocimiento en esta profesión es inmediato: sirves el plato, el cliente sonríe. Esa respuesta, ese instante, es lo que hace que todo valga la pena”.
Qué ordenar en Cortile
Si es tu primera vez en Cortile, te recomendamos ir con hambre y sin prisas. La experiencia lo vale. Para comenzar, no te puedes perder el milhojas de alcachofa, una entrada crujiente, delicada y tan original que difícilmente la encontrarás en otro restaurante de la ciudad.
Como plato fuerte, el pescado a la mugnaia con perejil frito, limón y alcaparras es una opción fresca, equilibrada y perfectamente ejecutada. Aunque, tratándose de un restaurante italiano, es casi obligatorio probar alguna de sus pastas artesanales: el tagliolini al tartufo es un acierto garantizado para los amantes de la trufa.

¿Postres? El tiramisú es un clásico que no decepciona, pero si quieres algo más especial, pide el merengue de la casa con helado de vainilla, ensalada de frutos rojos, salsa inglesa y frambuesas. Un final redondo.


Bonus tip: si ves en la carta la flor de calabaza rellena de ricotta y anchoa, no lo pienses dos veces. Es una joya escondida.

Dónde: Cráter 823, Jardines del Pedregal, CDMX
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