Un fin de semana con Alberto Guerra
Hay que mojarse. Esa es la conclusión que nos deja este encuentro con Alberto Guerra. Mojarse en el sentido de arriesgarse, de ir más lejos y comprometerse con lo que uno ama, pero también en lo que se refiere a dejarse envolver por el mar de vez en cuando. La vida, a fin de cuentas, es para jugar.
La vista que ofrece el restaurante es inmejorable. Ante nosotros resplandecen las aguas de la bahía de Santa Lucía y al este, más allá de la isla La Roqueta, se extiende, imponente, el océano Pacífico. Para estas alturas, llevamos ya un par de días conversando sobre entrenamiento físico, alimentación y deporte.
Está claro que estas cuestiones no son algo que Alberto Guerra se tome a la ligera. “Rara vez me involucro en cosas en las que no creo y para hacer Men’s Health, yo quería poder sentarme y decir ‘sí, logré estar así a base de muchísimo esfuerzo, una buena alimentación y una forma de vida sana’”, me explica el actor cubano cuyo trabajo he visto y disfrutado tanto que incluso antes de empezar este viaje sentía como que lo conocía de años atrás.
Para algunas personas, esta clase de disciplina en el cuidado del cuerpo es algo que los ha acompañado siempre. No es su caso. En los últimos años, Alberto ha vivido una transformación. “Hubo un momento en mi vida en el que tomé una decisión radical de limpiarme de absolutamente cualquier toxina, cualquier cosa que altere mi estado anímico”, afirma categórico. De fondo, se escucha el golpeteo de las olas y Alberto continúa: “Madurar es eso. Es saber dónde se siente bien tu cuerpo. ¿Respiras bien? ¿Digieres bien la comida? ¿Te mueves y no te duele nada? Mantente haciendo eso. Así han sido los últimos seis años, una cosa progresiva hasta ser medio adicto a estar sano”.
Entiendo perfectamente a lo que se refiere y le cuento que tengo la sospecha de que hay personas que no saben lo que se siente estar bien, pero si lo experimentaran, nunca volverían atrás. “Tal cual. A mí me pasó. Me siento mucho mejor a los casi 42 años de lo que me sentía a los 28. Seguramente, exudaba seguridad y testosterona a los 28, pero me dolía todo y no había forma de que los órganos me funcionaran correctamente. Son cosas a las que les he ido dando valor con el tiempo”.
La importancia del tiempo
Evidentemente, mantenerse en buen estado físico es algo que lo beneficia personalmente y que repercute positivamente en su trabajo también, pero hay una razón más poderosa: “Va con el hecho de que tengo dos hijos, de cinco y siete, y tengo ganas de que mi hijo de cinco, cuando tenga 18 todavía se cuadre por lo menos (ríe). En ese sentido, ellos tienen dos muy buenos ejemplos, su mamá y yo. Somos muy sanos y nos gusta el deporte”.
Resulta natural que como padre, uno desee que su experiencia sirva para evitarle algunas dificultades a la siguiente generación, pero Alberto entiende que nadie aprende en cabeza ajena. “Yo creo que mis dos hijas y mi hijo van a tener que encontrar sus propios errores, su propio camino. Como papá tengo algunas herramientas para ayudarlos, pero fuera de eso tienes que aprender a estar cómodo con lo que les das porque hay cosas que están completamente fuera de tu control. Lo que intento hacer es dedicarles a ellos todo el tiempo que no sea productivo en mi vida. Me voy ahora de viaje a Italia y les dije ‘yo no puedo terminar el evento porque tengo que ir a la escuela de mi hija a recoger la boleta’. Uno cree que no se va a acordar a los tres años, pero de los tres a los cinco sí, y de los cinco a los siete también y toda su vida se va a ir acordando de que ahí estoy para ellos”.
Esta reflexión sobre el tiempo de calidad en familia me da pie para preguntarle sobre el espectacular reloj que lleva en la muñeca, así como los que usó en la sesión que hicimos hace unas horas. “Tengo un gusto especial por los relojes y tenía ganas de trabajar de la mano con una manufactura”, dice. “Cuando me puse el primer Panerai en la muñeca hubo un enamoramiento natural y resultó mutuo. Todas las personas en el mundo te pueden decir que lo más valioso que tienen es el tiempo. Resulta que hay gente que se dedica a que lleves la contabilidad del tuyo”.
El valor del artefacto es doble: como instrumento de medición y como el más significativo de los regalos. “Cuando me compro un reloj nuevo, pienso que va para mi hijo. Lo va a usar él. Pensar que en 45 años, tu hijo traiga un reloj que tú traías en la mano, me parece maravilloso”
Jugar con las emociones
“Quiero algo con proteína”, dice Alberto. “¿No te pasa que entre más proteína comes, mejor te sientes?”. Estoy de acuerdo totalmente. Pedimos tacos de pescado al pastor y la pesca del día a la parrilla. Mientras esperamos, la conversación gira en torno a su trabajo. Quiero saber qué es lo que lo atrae de una historia o un personaje. “Lo primero en lo que me fijo cuando me llega algo para leer es que haya una comprensión de la psicología del ser humano”, cuenta. “Yo creo que el ser humano es sumamente complejo y es muy fácil caer en la simplicidad en los guiones: pintar las cosas como blancas y negras; tales personajes son buenos y tales son malos. Los guiones que logran descatalogarlos y darles miedos e inseguridades, pero también destrezas y aciertos, son los que a mí me enganchan de inicio”.
Como espectadores, sabemos que los actores están dispuestos a modificar su cuerpo para un papel, pero difícilmente dimensionamos la valentía que se requiere para escarbar en sus emociones de manera que puedan ponerlas al servicio de la historia y el personaje. Alberto es la clase de intérprete que se sumerge de lleno. “Es la vida del actor. No hay manera de que tú puedas trabajar con algo creativamente y meterle tus emociones y sentimientos y que sea de marcar tarjeta. Si yo tengo un personaje que tres meses se la pasa sufriendo, yo voy a tener una energía baja esos tres meses en mi vida. Hay actores que lo hacen increíblemente bien sin necesidad, decimos nosotros, de mojarse. Logran dar una verdad y convencerte de todo. A mí me parece divertido jugar con mis propias emociones y sentimientos, e incluso mi estabilidad mental. Es un riesgo que vale la pena”.
El trabajo y la suerte
Si tienes la impresión de que Alberto está en todas partes últimamente, no te equivocas. Está pasando por un momento de plenitud personal pero también artística. “Me siento increíblemente bien”, dice. “En los últimos cinco años de mi carrera, fue muy evidente que cada proyecto me llevaba a otro y otro. Ingobernable me llevó a Colosio; Colosio a Narcos; Narcos a Griselda, y en el medio estuvo Jauría. El esfuerzo que le pongas a un personaje te puede atraer otro personaje maravilloso y así otro y otro”. “Desde afuera, cualquiera podría decir que es suerte”, le digo. “He tenido mucha suerte los últimos 22 años de carrera (ríe). En esta carrera sí se necesita suerte, porque muchas veces tienes que estar en el lugar correcto a la hora correcta, pero después de esa suerte, tienes que trabajarlo”.
Por lo que comparte en las redes, sabía que Alberto tiene un espíritu aventurero, practica boxeo y le gustan los viajes en moto, pero no imaginaba lo extenso de su historial en este sentido. “Escalé 20 años de mi vida, desde muy chiquito”, cuenta. “Hice taekwondo, judo y box. Voy por la vida intentando cosas, como tirarme de un parapente. Me encantan los personajes que tienen que hacer algo específico que yo no sé hacer y tengo que aprenderlo. Es una gran oportunidad de alimentarte a ti mismo”.
“Muchas de esas actividades tienen que ver con combate, ¿qué te llama de esto?”, le pregunto mientras llega nuestra orden y empezamos a devorar (ha sido un día ajetreado y hemos comido muy poco). “La mezcla de la descarga de adrenalina con la disciplina de ponerle un límite, y también la exigencia física. El jiu-jitsu, por ejemplo, se mete mucho con las articulaciones y la movilidad. El box te exige la capacidad de estar sudando con las manos arriba con dos guantes de 16 oz. Supongo que yo encuentro ahí mi punto de calma y meditación”.
Si nunca lo has probado, quizá te parezca extraño que el concepto de calma empate con una actividad que te lleva al límite físicamente, pero eso es precisamente lo que hace fascinantes a las artes marciales. “Hay algo de humildad en ello que es muy bonito”, explica. “Gimnasio al que llegues, va a haber uno que te va a doblar y te vas a sentir impotente ante él. Para un hombre, yo creo que no hay nada más vulnerable que ser manipulado por otro hombre y sentirte indefenso. Las artes marciales son un ejercicio diario de eso, siempre va a haber uno. Hay que tener la humildad bien puesta. Eso es importante, sobre todo en este negocio”.
Hablando de vulnerabilidad, quizá no lo imaginarías al ver la presencia física que exhibe en las redes y la pantalla (ocurre algo similar en la vida real), pero las fotos que hicimos hoy representaban un desafío para él en términos emocionales. Es una revelación que lo humaniza. Sí, luce un físico envidiable. Sí, es una celebridad en toda regla, con portadas de revista, anuncios espectaculares y una sorprendente aparición en el escenario de un concierto de Madonna en su currículum, pero también es como tú y como yo: un tipo que trabaja duro y que tiene cosas que no le gustan de sí mismo. Es un hombre real, la clase de persona con la que puedes conversar frente al mar sin un ejército de guardaespaldas alrededor.
“Hacer esto, Men’s Health, era justo eso. Era cuestión de ver a dónde puedo llegar en dos o tres meses físicamente, pero además qué tanto voy a poder controlar mi inseguridad. Esa es otra. Como actor, hay que jugar con las inseguridades. Si no, ¿qué chiste? Hay que mojarse”.
Este artículo apareció publicado en la edición de septiembre de Men’s Health México y Latinoamérica.
¿Ya te suscribiste al Newsletter de Men’s Health México y Latinoamérica?
Haz click aquí y recibe las mejores rutinas, consejos para bajar de peso, recomendaciones de salud y todo el contenido que necesitas para ser la mejor versión de ti.
Síguenos en nuestras redes sociales: Instagram, Facebook, X (Twitter) y Threads
