Cómo las Tortugas Ninja me ayudaron a ser papá
¿Acaso soy un monstruo por alentar a mi hijo a patear cosas mientras juega a ser una tortuga ninja? ¿O en realidad soy como un sensei que le enseña a controlar sus poderes? ¿Quizá un poco de las dos cosas?

Cuando pienso en mi hijo de tres años, casi siempre lo imagino en postura de karate, con los puños apretados, sus shorts de las tortugas ninja, una banda azul en la cabeza y una mochila con forma de caparazón llena de sus armas de juguete. Está listo para pelear.
Juntos hemos visto cada episodio de TMNT, desde la caricatura original de los 80 hasta la versión del 2000 y luego la película Mutant Mayhem. Las tendencias vienen y van, pero las tortugas que patean traseros son eternas.
Recuerdo cuando era niño. Yo también veía a superhéroes golpear y patear cosas y pensaba “¡Quiero hacer eso también!”. En realidad, era pequeño y le temía a los conflictos. Es por eso que mis padres me inscribieron a artes marciales. No tardé en descubrir que eran mucho menos divertidas que jugar a patear villanos. Además, era malísimo, así que eventualmente renuncié.
Mi hijo, por otro lado, es grande para su edad y no tiene miedo. Cuando jugamos a luchar puedo percibir de inmediato que es un niño fuerte, tanto así que he considerado inscribirlo a jiu-jitsu. La razón, además de vivir a través de sus experiencias (lo admito), es práctica. En los años 90, elegir ser ninja como profesión te habría llevado a vivir literalmente en una alcantarilla. Ahora, mi hijo podría usar sus habilidades en artes marciales para trabajar como doble en películas de Marvel o incluso competir en MMA.

Debo admitir que pensé en una tercera razón: mientras los demás niños están persiguiendo un balón, él estaría aprendiendo a patar traseros. Sí. Sé que esto no está bien. No creo que el valor de mi hijo dependa de su fuerza física ni de su habilidad para pelear. Pero hay una parte primitiva de mi cerebro que encuentra esto deseable. Es un dilema. ¿Dónde está la línea entre la capacidad de defenderse por un lado, y estar criando a alguien que podría abusar de su poder, por el otro? Le pedí ayuda a un experto para descifrarlo.
“Los juegos agresivos sólo son naturales si son consensuados”, dice Michael Thompson, Ph.D., un psicológo que lleva 50 años trabajando con niños y sus familias. Mi hijo nunca no quiere jugar a las tortugas ninja, así que esa parte está cubierta y puedo explicarle qué es seguro hacer con otras personas y qué no. “Los padres que juegan a luchar con sus hijos les brindan una lección en autocontrol y es en realidad un acto de amor porque, siendo mucho más grandes y fuertes, se limitan en sus capacidades y hacen que sea una experiencia divertida”.
Divertido, eso es precisamente lo que las artes marciales no eran para mí cuando era un niño y, conociendo a mi hijo, probablemente tampoco lo serían para él. A fin de cuentas, no lo inscribí en jiu-jitsu. En vez de eso, opté por seguir jugando con él en casa, practicando nuestros movimientos con bandas de tela en la cabeza (sí, yo también las uso). Seguiré enfocándome en la diversión, aunque sé que continuará acechándome la duda de si estoy haciendo algo mal al fomentar algún tipo de violencia.
No es fácil criar a una persona y sé que así como darle un par de Jordans a un niño no lo convierte en atleta profesional, ver a las tortugas ninja no lo conducirá a una vida de luchar contra el crimen. Aunque eso no me molestaría, siempre y cuando me deje acompañarlo.
EL PAPÁ COOL DE ESTE MES: DAVON LOEB es el autor de The In-Betweens: A Lyrical Memoir. Su trabajo se ha publicado en The Washington Post y Los Angeles Times.
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