¿Puede tu cabeza domar el dolor crónico?
Hay una nueva forma de usar tu mente para procesar el dolor y podría brindarte el alivio que buscas. Analizamos la cuestión para descubrirlo.
Conozco a Tara DiRocco desde hace menos de cinco minutos, pero ya le estoy contando detalles personales: tengo un dolor crónico persistente en el brazo derecho y se manifiesta minutos después de que me siento frente al escritorio en el trabajo.
Este dolor, que he llevado conmigo por años, genera también estrés emocional. Me dedico a escribir. Si no puedo hacerlo, no puedo trabajar. Asumí que esto era el resultado de años y años de repetición constante al teclear en la computadora. Pero una nueva forma de tratar el dolor crónico, llamada terapia de reprocesamiento del dolor (PRT, por sus siglas en inglés), sugiere que la historia que me he contado a mí mismo podría no ser cierta.
No sólo eso, de acuerdo con DiRocco, creer que estoy dañado es precisamente el problema.
DiRocco es terapeuta física de profesión, pero también es mi coach en Lin, una start-up de telemedicina enfocada en el tratamiento del dolor crónico mediante herramientas como la PRT. Esta es nuestra primera sesión vía Zoom. Soy relativamente afortunado: mi dolor es molesto, pero no incapacitante. Pero el dolor crónico afecta a una de cada cinco personas, de acuerdo con los CDC. Para un tercio de ellos, es suficientemente severo como para interferir con su trabajo, hobbies y su vida privada. Muchos no encuentran alivio en los tratamientos médicos. ¿Puede una app ayudarlos?
Dolor viejo, perspectiva nueva
Históricamente, la medicina occidental ha abordado el dolor, ya sea crónico o agudo, de la misma forma: descanso y en ocasiones analgésicos. Pero la ciencia detrás de la PRT argumenta que el dolor, y nuestra percepción de él, es más variado que eso. Biológicamente, “el punto del dolor es que funcione como una señal predictiva”, dice Tor Wager, Ph.D., profesor de neurociencia y director del Cognitive and Affective Neuroscience Lab de Dartmouth College. Puede ser una señal de un daño potencial antes de que este ocurra. Esa señal funciona bien para el dolor agudo, donde un evento específico, como una torcedura de tobillo, activa sensores de dolor en el sitio (llamados nociceptores) para que manden una señal de alerta al cerebro. El dolor dice “detente antes de que empeores esto”.
Pero a veces, el dolor persiste tiempo después de que el daño ha sanado. Los neurocientíficos como Wager creen que esa clase de dolor, llamado neuropático o crónico primario, resulta de un sistema de procesamiento que se ha vuelto hipersensible por una lesión o una condición crónica como la artritis. Es como una alarma de incendios que no se apaga incluso cuando la emergencia termina.
Si es tu caso, el descanso y los analgésicos sólo empeorarán las cosas. “Mucho de lo que ocurre es una evitación aprendida”, dice Wager, así que dejar de hacer una actividad que asocias con dolor podría, paradójicamente, fortalecer el nexo entre ambas cosas. Como ocurre con mi brazo en el momento en que empiezo a escribir. Los opioides pueden, de hecho, hacer más sensibles al dolor a algunas personas, algo conocido como hiperalgesia inducida por opioides.
Es ahí donde entra la PRT, un enfoque no farmacéutico. El tratamiento es guiado por un coach o terapeuta y es multidisciplinario, con herramientas psicológicas similares a las de la terapia cognitivo conductual, así como la meditación y las prácticas de mindfulness como el seguimiento somático (explorar el dolor con curiosidad y sin juicios) para examinar lo que está ocurriendo en verdad cuando sientes dolor. La PRT no trata de aliviar la inflamación y otras causas del dolor, sino que cambia la forma en que percibimos y actuamos con base en esta sensación. Con la PRT, aprendes a romper el ciclo de dolor-miedo (el dolor provoca miedo, el cual pone en alerta al cerebro y este percibe más dolor). La idea es entrenar al cerebro para que comprenda cuáles señales de dolor son amenazas reales y cuáles no lo son.
Todo eso suena difícil de creer, ¿no lo crees? Un estudio reciente que analizó la PRT y el dolor crónico de espalda, publicado en JAMA Psychiatry, sugiere que, en efecto, el cerebro podría ser un aliado para luchar contra el dolor. Liderados por Yoni K. Ashar. Ph.D., un exestudiante de Wager, los investigadores sometieron a un grupo a ocho sesiones de PRT, usando técnicas como las que enseña la app Lin, una hora dos veces por semana. Otro grupo se sometió a tratamientos estándar, mientras que un tercer grupo recibió un placebo. Un año más tarde, encontraron que 51% de los sujetos del grupo de PRT estaban libres de dolor: casi el doble que los del grupo del placebo y cuatro veces más que aquellos que no cambiaron de tratamientos. Técnicas de neuroimagen también mostraron una menor actividad en el área del cerebro enfocada en el dolor para el grupo de PRT. Esto sugiere que hay algún cambio biológico en cuanto a la forma en que el cerebro responde (o no) ante las señales.
Los resultados son alentadores, pero Ashar reconoce las limitaciones del estudio: no está claro si la terapia funciona en un amplio espectro de personas y tipos de dolor ni el rol que el terapeuta podría jugar. Las apps de telesalud como Lin hacen más accesible a la PRT que ver a un terapeuta especializado en dolor en persona.
Una herramienta de muchas
DiRocco es cálida y empática en nuestra sesión inicial. Me escucha con atención y ofrece observaciones libres de juicios. Tras terminar, me manda mi primer kit de cuidados: una serie de ejercicios de mindfulness en los cuales actúo como un observador de mi dolor. Cuando aparece, dejo de escribir, cierro los ojos y simplemente me concentro en la sensación y las emociones que la rodean. No intento obligarme a no sentir dolor ni me digo a mí mismo que este es imaginario (todo el dolor es real, ese es uno de los principios de la PRT). Simplemente noto lo que está sucediendo, incluidos los cambios en el dolor. El objetivo de estas breves sesiones es enseñarle a mi cerebro que no hay ningún daño ni peligro producto del dolor. Es simplemente una falsa alarma.
El número de sesiones requeridas varía de persona a persona y no se supone que el tratamiento continúe indefinidamente. La terapia de reprocesamiento del dolor es como un trabajo de detective que hace la persona por su cuenta. “Incluso después de un mes o dos con nosotros, las personas tendrán las habilidades que necesitan para continuar”, explica.
No es el único tratamiento no médico para el dolor. Por ejemplo, la profesora de anestesiología de Stanford, Beth Darnall, Ph.D., tiene una clase que también ha resultado efectiva, de acuerdo con un estudio. El mindfulness en sí mismo es una herramienta poderosa (¡Y es gratis!), dice Fadel Zeidan, Ph.D., profesor asociado de anestesiología en la University of California San Diego, quien estudia lo que ocurre en el cerebro durante la meditación. Esto, por supuesto, no significa que debas elegir sólo una cosa. “Como paciente, yo crearía un régimen que incluya todas estas terapias”, explica sobre la meditación y la PRT, “y vería qué me funciona mejor”.
Ya sea que eventualmente me libre por completo del dolor o no, ese no es el objetivo inmediato, dice DiRocco. “Es que puedas teclear y tu cerebro acepte que es una actividad segura, que sepa que no tiene que protegerte”, explica.
Llevo poco tiempo experimentando con la PRT, pero me siento esperanzado. Mediante el seguimiento somático, he encontrado que siento dolor casi exclusivamente cuando estoy frente al escritorio. Y esto es una pista de que el ambiente podría ser el catalizador. Mientras escribo este artículo siento algo de incomodidad. Me detengo un momento, acepto lo que está pasando, y continúo. Ni el dolor ni la ansiedad que lo rodea son suficientes para arruinar mi concentración o evitar que siga adelante.
¿Ya te suscribiste al Newsletter de Men’s Health México y Latinoamérica?
Haz click aquí y recibe las mejores rutinas, consejos para bajar de peso, recomendaciones de salud y todo el contenido que necesitas para ser la mejor versión de ti.
Síguenos en nuestras redes sociales: Instagram, Facebook, X (Twitter) y Threads