Nutrición

¿Puede lo que comes hacerte más joven?

Hay un montón de “superfoods” allá afuera que prometen mejorar y prolongar tu vida. Aquí verás la odisea de un hombre para comerlo (casi) todo y separar lo que funciona de lo que es simple marketing.

5 junio, 2023
lo que comes puede hacerte joven

EL CONCEPTO DE “SUPERFOOD” ES ALGO BASTANTE EXTRAÑO. Durante alrededor de 200 mil años, los alimentos normales fueron la principal fuente de energía de la humanidad, y hacían un muy buen trabajo. Pero durante la era postindustrial, algunos capitalistas comenzaron a decirle a sus clientes cosas como “¡Este cereal promueve el crecimiento cerebral!”. Y así comenzó la era de los alimentos mutantes inteligentemente empacados que difuminan la línea entre comida y suplemento y que aparentemente pueden darte poderes que una simple papa nunca podría. Si comes todas esas pastas infundidas con vegetales, bebidas con probióticos y barras de proteína entonces podrás alcanzar la inmortalidad, dicen sus promotores. ¿Quién podría resistirse a algo como eso?

La respuesta es “no muchos”. Se espera que las ganancias en la categoría de “alimentos funcionales”, el término que usa la industria para estos productos, se eleven en 8.5% anualmente de aquí al año 2030. Para entonces, este segmento del mercado tendrá un valor de 586 mil millones de dólares. Todo esto se debe a que las compañías notaron una creciente aversión hacia la comida chatarra. Vender estos “alimentos funcionales” como alternativa les ha permitido incrementar sus ingresos. Sí, es cierto que contienen algunos ingredientes saludables como semillas de chía, nueces y espelta, entre muchos otros, pero, ¿Qué tan funcionales son en realidad? ¿Qué pueden hacer por mí, un hombre de mediana edad que históricamente se ha sentido atraído por los atajos nutricionales? Soy la clase de persona que comía papas con Olestra (un sustituto de grasa), a pesar de saber lo que le harían a mi cuerpo (la etiqueta decía que esta sustancia podía causar “dolor abdominal y diarrea”). Así que quizá estos alimentos funcionales podrían ser una mejor opción, para mí y para mi excusado, que esas papas. ¿Qué tengo que perder?

Soy una persona saludable en muchos sentidos. Consumo una dieta balanceada, ando en bicicleta todos los días y hago varias series de lagartijas. Incluso comencé a contar calorías el año pasado para perder algo de peso. Pero quizá no estoy haciendo todo para optimizar el funcionamiento de mi cuerpo. Quizá sigo siendo, voluntariamente, simplemente un humano. ¿Podría convertirme en una mejor encarnación de mí mismo, una máquina impulsada únicamente por adaptógenos y probióticos, que sea capaz de absorber todo el poder de la cúrcuma? ¿Podría transformarme en SuperDrew? Sólo hay una forma de averiguarlo. Tendré que comer todos estos productos nuevos y ver qué sucede.

Así que decidí empezar una dieta de 30 días basada en alimentos funcionales. Voy a monitorear mi peso, humor, presión sanguínea, mis desechos y reservas de energía. Además, me realizaré análisis de sangre antes y después. Los médicos usarán las pruebas para conocer mis niveles de vitaminas y saber si estos productos generan una diferencia en la forma en que opera mi cuerpo. Veamos qué sucede.

SEMANA 1

EL SUPERCOMBUSTIBLE DE LA NATURALEZA

Al comienzo, peso 97 kg. Mido 1.90, así que no llevo mal ese peso. Mi presión sanguínea es de 120/79, lo cual está justo debajo del nivel donde deberías preocuparte. Mis estudios revelan que estoy bajo sólo en vitamina D. Resulta que el único suplemento que en realidad necesito es un poco de luz solar. Soy como una planta olvidada en un clóset. Pero, de cualquier manera, aquí voy.

Si no estás familiarizado con estos productos, no te preocupes. Muchos de los que voy a describir saben justo como esperarías. Por ejemplo, empiezo mi nueva supervida con una barra de crema de cacahuate cuyo sitio web promete que “proveerá una fuente confiable de energía”. Como si eso fuera algo que cualquier otro desayuno no pudiera hacer. Es el alimento más seco que he consumido en mi vida. Más tarde, como snack, me como unas papas Quest con proteína, las cuales aseguran “trabajar para ti, no en tu contra”. El sabor es aceptable, pero para nada como un verdadero snack (unos confiables Doritos). Luego, bebo un suplemento de cetonas llamado Ketone-IQ que sabe como lo que tomarías para prepararte para una colonoscopia. Ya estoy empezando a arrepentirme. La etiqueta dice que “las cetonas son el supercombustible de la naturaleza, proveen energía, enfoque, resistencia y más”.

¿Ya notaste el patrón en estos empaques? Nunca son específicos. Mi smoothie presume ingredientes como aceite MCT, algo llamado “maca” y probióticos en el frente, pero en la parte trasera no dice nada concreto. Si crees que eso es intencional, tienes toda la razón. Lindsay Moyer, R.D.N., nutricionista en el Center for Science in the Public Interest, ha pasado gran parte de su carrera luchando contra promesas vacías como esas. “No podría ni siqueira contar el número de barras, papas y otros snacks procesados a los que les agregan una mínima cantidad de un superfood”, dice. “Sólo se necesita un poco de chía, quinoa o amaranto y lo anuncian en grande en la etiqueta. Es una forma barata de hacer que tu producto destaque”. 

Con 46 años, cada vez es más difícil para mí seguirle el paso a los jóvenes, así que es fácil ver por qué ver la palabra ADAPTÓGENOS en una etiqueta podría llamar mi atención. A mi edad, entrenar y comer bien son una cuestión de simple mantenimiento: de asegurarme de que me siento bien y no voy a desarrollar senos masculinos. Pero en ocasiones me siento un poco más ambicioso. Quiero verme bien, joven y fuerte. El mercado de los superfoods fue diseñado para mí, para explotar ese deseo en mi psique. Y lo hacen muy bien porque en lo más profundo de mi ser, en verdad creo que estas cosas podrían funcionar.

Como parte de mi régimen, consumo Athletic Greens. Esta compañía explotó en 2022 cuando recibió 115 millones de dólares en inversiones. AG es una bebida que contiene hierba de trigo, alfalfa, betabel, espinaca, zanahoria y olmo resbaladizo, lo que sea que eso signifique. Lo bebo de un trago e intento no pensar en ello, pero el sabor que queda al final es imposible de ignorar. Todos los productos en esta categoría tienen un profundo retrogusto, pero es eso lo que te hace saber que no se trata de un alimento ordinario.

Bebo una mezcla de colágeno para “impulsar la salud articular”, una soda probiótica “para la salud intestinal”, además de “forest juice” (literalmente jugo de la jungla), lo cual suena como algo exótico pero es simple jarabe de maple con hongos no psicodélicos que “balancean la mente y el espíritu”. Por cierto, los hongos son una parte muy importante de toda esta categoría de alimentos. Para terminar, bebo una malteada de proteína de suero de leche, algo que encuentras en tu GNC local, pero que ahora se promociona como un superalimento invaluable que promueve el mindfulness y el bienestar. Esta proteína en particular se llama Gnarly. Contiene proteína de vacas alimentadas con hierba y chocolate. Sabe a aserrín. Eso seguramente significa que me hará más fuerte, poderoso y sensual.

Despierto cada día y me siento como de costumbre. No estoy más alerta ni tengo más vigor. Si acaso estoy algo molesto porque sé que tendré que comer más de esta basura. Todos estos suplementos prometen relajarte e incrementar tu energía, es como una receta para causarte bipolaridad. Incluyo crema con polvo de hongo en mi café. El problema es que al terminar, no puedo hacer el doble de lagartijas que antes. De hecho, me siento bastante cansado al mediodía. Como si estuviera lidiando con las secuelas de un potente analgésico.

Llevo sólo una semana con este nuevo estilo de vida, así que seguramente sigo en el proceso de adaptación. Si continúo, quizá el retrogusto desagradable se irá y me sentiré turbocargado.

SEMANA 2

INGREDIENTES AMPLIFICADORES

Desde la aparición de los desayunos instantáneos Carnation, las compañías han buscado desarrollar alimentos que para consumirolos uno no necesite cocinar, limpiar, sentarse o siquiera masticar. Un ejemplo es esto que estoy por beber: un smoothie que viene en un empaque aplastable con tapa de rosca. Es la clase de cosa que le dan a los prisioneros espaciales en Andor, pero sabe bien. No deja una sensación desagradable al terminar.

Le ofrezco una probada a mi esposa, quien dice que “esto es para adultos perezosos”. Ese soy yo. Con razón me gustó tanto. Hay otros productos cuyo objetivo es hacerme sentir más inteligente sólo por comprarlos como “mantequilla para el cerebro”, la cual es simple crema de cacahuate con omega-3 y colina, así como azucar real. Esta última es una bendición porque todos estos productos suelen estar endulzados con stevia. Ahora aprecio la comida real más que nunca.

Se me ha pasado la sensación de cansancio de la primera semana. Ahora hago un esfuerzo por saborear mis Athletic Greens en vez de pasármelos tan rápido como pueda. ¿Sabes qué? Me gustan. Incluso me los llevo en un termo. Me hacen sentir como un atleta, alguien saludable, energético, sensual y rico.

Resulta que más me vale ser rico porque una sola bolsa de Athletic Greens, la cual dura 30 días, cuesta 100 dólares (2,000 pesos) sin suscripción. Con razón le gustan tanto a los tipos de Silicon Valley. Un producto de cocoa con CBD que me relajó (debido a que también tiene melatonina) costó 95 dólares. 10 paquetes sencillos de mantequilla para el cerebro: 17 dólares. Claramente, esto no es algo que cualquiera pueda costear. Para aminorar el impacto en mi cartera, pruebo un nuevo café con superfoods que costó sólo 16 dólares. Se llama Perform y contiene “tres ingredientes amplificadores: extracto de granos de café, L-teanina y hongos Cordyceps, para impulsar a tu cuerpo y mente en los días más estresantes”. Algo me dice que es la cafeína extra la que está detrás de este efecto porque, de nuevo, los hongos no me hacen alucinar animales exóticos. Pero quizá si sigo con esto, eventualmente llegarán mis superpoderes.

Hay otras cosas que estos productos prometen mejorar. Una lata de kombucha asegura “ayudar a mi digestión”, con sus bayas de saúco, las cuales, según la etiqueta “han sido estudiadas por sus efectos en la inmunidad”. Lo que la lata no revela son las conclusiones a las que han llegado esos estudios, así que le pregunto a la nutricionista Abby Langer, R.D., al respecto. Tras simplemente escuchar las palabras “bayas de saúco”, Abby responde con un “Por Dios. Los estudios detrás de sus efectos en el sistema inmune son muy poco sólidos. Son en animales y no tienen mucho respaldo. Tómate el producto, pero ten en mente que no es de ninguna manera un sustituto para la vacunación”. Anotado. La kombucha en realidad sabe bien así que vale la pena aunque no tenga evidencia sólida, pero hay otros productos que no. La pasta de chícharo, por ejemplo. Tampoco la bebida “Salud” que me tomé un día en vez del café para obtener “una optimización mental sin la caída repentina de energía que genera la cafeína”. Más tarde esa semana, pierdo la cabeza cuando mi computadora tarda en actualizarse y luego me peleo con mi esposa, quien me informa “estás portándote como un idiota”. Así que resulta que mi mente no está optimizada después de todo.

YA ES SUFICIENTE
Pueden encontrarse suplementos en cualquier parte. ¿En verdad necesitas proteína en tus frituras de queso? Foto: Jonathon Kambouris

SEMANA 3

NO EXISTEN LOS SUPERFOODS EN REALIDAD

¿Por lo menos huelo bien todavía? Aún recuerdo cuando mi hermano usaba suplementos de proteína de suero de leche. Entrar al baño después de él era una absoluta tortura. Así que me preocupa un poco cómo esto esté afectando mi olor en general. Mi esposa dice que nada ha empeorado sustancialmente en ese sentido “pero que ese probablemente no es el beneficio que debería buscar con todo esto”.

En el resto de temas, estoy suficientemente bien familiarizado conmigo mismo para darme cuenta de que nada ha cambiado realmente. El CBD no hace nada. Las bayas de saúco son un engaño. La sensación que me brindó beber Athletic Greens fue algo psicosomático, de la misma forma que conducir un Porsche te infla el ego. Langer, por su parte, no cree para nada en la idea de los “superalimentos”. “Es 100% un truco de marketing. No existen los superfoods en realidad. Lo cierto es que ningún alimento en solitario tendrá un impacto significativo en tu salud, para bien o para mal. El punto es la calidad de tu dieta en general”.

Ese es un tema que ya tenía resuelto previo a este experimento. Había aprendido a contar calorías, dejé los alimentos procesados y reduje mis porciones. Los resultados podían verse claramente en el espejo, y no requirían grandes sacrificios. Aún disfrutaba lo que comía y, lo más importante, me encontraba feliz. Una etiqueta podrá prometer que un producto funcional hará todo el trabajo por ti, pero no funciona así. Debes ser tú mismo quien se haga cargo. Así que poco a poco comencé a rebelarme ante mi dieta porque estos alimentos funcionales me estaban obligando a usar las calorías que tengo por consumir en basura en vez de cosas que genuinamente disfruto.

Estas marcas prometen llevarte a un estado de mindfulness y ser tus aliadas. Todas ellas tienen historias que se leen como la tarjeta de felicitación hiperbólica y artificial que te mandan tus familiares lejanos en Navidad.

Pruebo, por ejemplo, un paquete de semillas de una compañía llamada Clusterbucks, creada por una mujer que tiene su propia historia sobre el día en que “se enamoró del trigo sarraceno germinado”. Sus productos ofrecen una gran cantidad de fibra, además de “rutina, un antioxidante que ayuda a la salud cardiaca”. Pero el sabor es espantoso. Podría haber usado esas calorías en una pierna de pollo, señora, y habría sido una mejor inversión. No necesito de estos alimentos funcionales para ser más saludable, fuerte o inteligente. Esta dieta se ha convertido en mi enemigo y voy a derrotarla.

SEMANA 4 (LA ÚLTIMA)

ROMPIENDO LAS REGLAS

Estoy cansado de comer estas cosas, así que hago un poco de trampa. Consumo más snacks que lo que había comido en todo el año, pasándome un poco de mis calorías asignadas con tal de probar algo de comida real. Es lo que me merezco después de todo ese maldito trigo sarraceno.

Pero la tortura no ha terminado. De pronto llega otro cargamento de supercereales a mi puerta. Son veganos y libres de gluten y todos saben a cartón. Ninguno es agradable o divertido. La leche que queda en el plato una vez que se terminan no es deliciosa como con los regulares. Mi hija de 16 años quiere probar uno porque tiene entre sus ingredientes el café de su podcaster favorita, Emma Chamberlain. ¿Su veredicto? “Estos superalimentos no valen la pena, son muy costosos y saben horrible”.

Para la parte final de la dieta, me como todo lo que queda, incluidos los smoothies de cúrcuma, una bebida cold-brew keto y un polvo de proteína con nueces que promete “mejor recuperación y la síntesis de proteínas que necesitas para ganar masa magra”. Pero no me importa nada de eso, lo único que sé es que esta malteada sabe espectacular. Es como una mateada de crema de cacahuate regular pero con muchas menos calorías. Me encanta, 10/10. El frasco completo cuesta “sólo” 45 dólares. He decidido que sólo compraré alimentos funcionales si los quiero, no si los necesito. Porque en realidad no necesito nada de esto.

Si eres un adulto que goza de buena salud, tú tampoco los requieres. Moyer explica cómo la industria de la comida funcional ha construido un imperio con base en engaños y exageraciones. “Hay muchos alimentos que deberían ser la base de nuestra dieta: frutas, vegetales, semillas, frijoles, lentejas”, dice. “Todas esas cosas son geniales, pero usualmente no hay evidencias suficientes para enfatizar un superalimento en particular y es ahí donde entra el marketing: te venden un alimento empacado que tiene un poco del ingrediente en cuestión y utilizan algunos estudios para hacerlo lucir como una maravilla. Eso es muy rentable para ellos”.

Para el consumidor, es decir tú y yo, el beneficio es mínimo, cuando no inexistente.

Finalmente, se han terminado mis 30 días. Lo más importante que aprendí con este experimento es que tengo derecho a comer cosas buenas, como todo el mundo. Lo interesante es que constantemente estamos replanteándonos qué significa eso exactamente. Antes de esta dieta, ya compraba huevos con omega-3, leche de avena y waffles con proteína para mis hijos. Mi familia ya era parte de esta tendencia. Pero esos productos son relativamente accesibles y ya sé que funcionen igual de bien que sus equivalentes más costosos.

La realidad es que sólo hay un suplemento que se haya probado (a principios de los 1900) que te brinda un boost de energía. Se trata de la cafeína. Fuera de eso, no encontrarás algo similar. Creer que sí es como asumir que serás un mejor golfista porque tienes los palos más nuevos.

Así que termino mi odisea sin estar convencido de que los superalimentos son la octava maravilla del mundo. Pero tampoco estoy negado a incluir algunos en mi dieta, siempre y cuando sepan bien, como la malteada de proteína de nueces. En cuanto a mi cuerpo, es evidencia ambulante de los engaños de estos productos. Aquí están los datos: peso 97.5 kg, 500 g más que cuando empecé. Mi presión es de 116/88, casi igual que antes. Mis estudios postdieta revelan que mis niveles de vitamina D se redujeron este mes. La dieta no hizo nada de lo que prometía. ¿Sabes por qué? Porque no se supone que la comida deba hacer tantas cosas.

La comida simplemente debe nutrirte y darte energía. Eso es todo y es más que suficiente.

DREW MAGARY es columnista en Defector y SFGate, además de ser autor de seis libros.

Este artículo salió publicado en la edición de junio 2023 de Men’s Health México y Latinoamérica.

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