Momentos inolvidables entre papás e hijos
Seis padres comparten las historias más divertidas que han vivido con sus hijos, entre travesuras, tradiciones y carcajadas.

Es importante hablar sobre cuestiones serias de vez en cuando, y aquí lo hacemos con frecuencia. Pero también reconocemos que hay ocasiones en las que se vale enfocarse en el lado más ligero de la vida. Le hicimos una pregunta muy importante a seis papás distintos: ¿Cuál ha sido el momento en que más te has divertido con tus hijos?
Papás divertidos: allanamiento por Danny Ricker
No soy una persona particularmente aventurera. Tengo alergia al gluten, no puedo salir de casa sin bloqueador con SPF 1,000 y una vez llevé mi propia esponja a la oficina porque me parecía que mis colegas no estaban cuidando de forma adecuada la que había ahí. Sí, soy así de divertido. Pero también soy papá y no quiero que mis hijos hereden esa personalidad, así que en contadas ocasiones les permito que me convenzan de hacer algo que esté totalmente fuera de mi zona de confort. Una vez, eso consistió en cometer un crimen. Estábamos en los primeros meses de la pandemia (¿te acuerdas del covid?). Quería que mi hija pasara tiempo fuera de casa, así que acudimos al lugar más abierto que se me ocurrió: Griffith Park en Los Ángeles. Por si no estás familiarizado con él, es un espacio natural nombrado en honor a su fundador, Griffith J. Griffith (no es broma). Era un magnate minero del siglo XIX que donó el terreno a la ciudad. Se le consideraba un héroe local, hasta que, borracho, mató a su esposa porque pensaba que ella y el papa querían envenenarlo (de nuevo, no es broma).
En Griffith Park se encuentra el letrero de HOLLYWOOD y el antiguo zoológico de la ciudad. Mientras caminábamos frente a ese sitio abandonado, mi hija notó que una sección de la malla estaba doblada y había suficiente espacio para que pudieran pasar una niña de seis años y su padre intolerante al gluten.
Incluso desde el exterior podía verse que las jaulas estaban sucias y descuidadas desde hace años. Cada fibra de mi ser me indicaba que no era buena idea entrar, pero si eres papá, sabes el poder que tiene una niña sin dientes frontales que te dice “No seas miedoso, papá, vamos”.
Así que entramos. La experiencia fue aún más terrorífica de lo que esperaba. Caminamos entre latas de cerveza y excremento de tigre momificado. Luego, descubrimos que no se trataba de una jaula, sino de una serie de pasillos conectados donde los barrotes podían elevarse. Mi ritmo cardiaco se aceleró. Estaba seguro de que en cualquier momento, todas las rejas se cerrarían y descubriríamos que éramos los protagonistas de una nueva película de Saw. Pero luego sucedió algo aún más inesperado: sentí gran emoción. Nos reímos, bromeamos y nos divertimos como nunca. Creo que a ella le emocionaba la novedad de la situación, no sólo lo que la rodeaba, sino el hecho de que estuviera haciendo algo riesgoso con su padre, un hombre que utiliza tres tipos distintos de cremas para el eczema.
¿Esto era ilegal? Sí. ¿Nos dio hepatitis? Casi. ¿Este peligro valió la pena por ver la mirada de emoción de mi hija? Absolutamente.
Aunque no soy un hombre religioso, me gusta creer que mientras creábamos estos recuerdos imborrables, una lágrima se deslizaba por la mejilla de Griffith J. Griffith mientras nos sonreía desde el infierno.

DANNY RICKER es escritor y co-productor ejecutivo de Jimmy Kimmel Live. Su nuevo libro, Wow, You Look Terrible! How to Parent Less and Live More, ya está disponible.
Papás divertidos: una afición navideña por Tom Daley
Hace tres años, había 36 árboles de Navidad en mi casa. Los pusimos en todas partes. Árboles grandes en la sala y el comedor y más pequeños en nuestra habitación y la de nuestro hijo, Robbie. Había árboles artificiales de una gran variedad de tamaños en los pasillos e incluso colgados del techo.
En otros años, he colocado coronas por todas partes. Una vez, puse 1,000 luces LED en el techo y ya que estaban puestas, me di cuenta de que eran de luz blanca brillante, en vez de luz cálida, y entonces pinté una por una de color naranja. Hemos llenado el jardín con Santas, renos, duendes y más. A nuestros hijos, Robbie de seis y Phoenix de dos, les parece normal todo esto. Una vez, fuimos a la casa de uno de los amigos de Robbie en la temporada de fiestas. Cuando entramos, me dijo “Papá, ¿por qué no han decorado de Navidad?”. Había un árbol y un calendario de adviento en la pared. “Sí, lo hicieron”, le dije. Dado que la casa no estaba decorada como el taller de Santa, no le parecía suficientemente festiva.
No, nuestro enfoque maximalista en torno a la Navidad no es normal. Además, debo añadir que aunque Lance y yo lo hacemos por los niños, también es por nosotros mismos. Ellos simplemente nos han dado permiso de volvernos locos con esto.
Cuando era niño, la Navidad era la única época que podía pasar con mi familia (entrenar para ser un clavadista olímpico te deja sin tiempo libre). Esos recuerdos con mis padres y esa sensación de conexión vuelven a mi mente cada vez que se acerca la Navidad y, sabiendo que nos quedan unas 10 Navidades con nuestros hijos antes de que la magia empiece a desvanecerse para ellos, ¿por qué no ir tan lejos como sea posible?
Dicho todo lo anterior, no somos la clase de familia que deja las cosas ahí una vez que han terminado las fiestas. Todos los adornos, incluidos los 36 árboles, se guardan el primer día del año. Limitar la Navidad es parte de lo que la hace tan asombrosa cuando llega. Y nuestra estrategia parece estar funcionando. Cada año, Robbie me ha dicho, usualmente con migajas de galleta por toda la cara, que esta Navidad fue la mejor de todas. Y espera a ver la siguiente, hijo.

TOM DALEY es cinco veces medallista olímpico en clavados. Puedes ver 1.6 seconds, un documental sobre su vida, en Max a partir de este mes.
Papás divertidos: qué vivan las bandas de los 80, por Ben Falcone
Quisiera poder decir que soy un papá cool que ha vivido todo tipo de aventuras alrededor del mundo con sus hijas. Me encantaría poder contar que una vez hicimos yoga mientras aprendíamos un nuevo idioma en la cordillera de los Andes. La realidad es que mi esposa, Melissa, es la verdadera aventurera de la familia. Y aunque sí hemos viajado bastante con las niñas, la realidad es que no soy un padre aventurero. De hecho, ellas me han dicho que en la parte más profunda de mi ser reside una abuelita italiana que sólo quiere que todo el mundo coma bien y esté feliz.
Mis hijas no comparten mi espíritu octogenario. Vivian, la más grande, tiene 17, es graciosa, talentosa y amante de los animales. Georgie tiene 14, es amable y quiere hacerlo absolutamente todo al mismo tiempo. Le apasiona la actuación. Ambas desean vivir cosas sorprendentes. Yo sólo quiero servirle pasta a todo el mundo. Por tanto, lo más divertido que hago como padre es, y no estoy mintiendo, llevar a mis hijas a la escuela. Y no me refiero al acto de conducir. Disfruto mucho todo el ritual matutino: Melissa le prepara desayunos elaborados a las niñas. Yo me levanto con un poco más de calma, bebo café y lleno un crucigrama. Cuando llega el momento de irnos, nos subimos todos al auto, incluida Harper, nuestra golden retriever de 10 años. Ahora que Vivian tiene su permiso para conducir, ella se pone al mando. Yo me siento a un lado.
Usualmente, Georgie es la DJ y escuchamos lo que ella elige durante todo el camino. Actualmente, la rotación incluye a Billie Eilish y el soundtrack de Wicked, pero también hay algo de Chappell Roan y Sabrina Carpenter. De vez en cuando, recibo autorización de poner algunas canciones de la legendaria banda de rock de los 80, Dio. Hay por lo menos una persona en el auto que disfruta de esto.
Pero lo que más divertido me parece de estos viajes, y aquí es donde se activa mi instinto de abuela, es hablar con ellas. Conversamos sobre absolutamente todo en estos trayectos: cuál es el mejor programa de televisión en la actualidad (The Rookie o Bob’s Burgers) o cuál es el mejor día de la semana (el jueves nos gusta a todos). Ellas hacen voces graciosas y a mí me dan por lo menos tres ataques de risa en los 10 minutos que dura el camino.
Algunos días, ellas están cansadas. En otros, soy yo el agotado, pero siempre la pasamos muy bien. Viv ya está casi lista para irse a la escuela por su cuenta, así que disfruto al máximo de cada momento con ellas. Sé que un día se terminarán estos paseos. Es por eso que incluso si tengo sueño, si el café no está haciendo efecto o si fui incapaz de terminar el crucigrama del día, no hay mejor sensación que dirigirme rumbo a la escuela con ellas por la mañana. Son dos niñas maravillosas con un perro y una abuelita italiana.

BEN FALCONE es director, productor, guionista y actor. Su libro infantil What’s Scarier Than Thunder? ya está a la venta.
Papás divertidos: ¡sujétate bien! por David Oyelowo
Lo más divertido que he hecho como papá fue volar por encima del manillar de una cuatrimoto en un racho de Wyoming.
Déjame explicarlo.
Yo era un niño lleno de energía. Si hubiéramos tenido X Games en Nigeria, donde crecí, habría competido en todos los eventos. No le tenía miedo a desafiar la gravedad y tengo las lesiones para probarlo.
La forma en que mi padre lidiaba conmigo era decirme “cuidado, cuidado, cuidado” constantemente. Esas advertencias no hicieron nada para evitar que me golpeara por todas partes. De hecho, al parecer me alentaban a hacer las cosas.
Luego, sucedió algo sorprendente. Mi esposa y yo tuvimos cuatro hijos, tres niños y una niña, y de pronto comencé a decir “cuidado, cuidado, cuidado”, a pesar de que sabía que no funcionaría. A pesar de mis advertencias, mis hijos también están llenos de energía. Y, si soy honesto, yo continúo siendo igual. Simplemente, los contratos laborales que firmo ahora me obligan a controlar estos impulsos. Cuando eres un actor, esencialmente tienes una cláusula de “cuidado” en tu contrato. Aceptas el trabajo, pero a cambio nada de esquiar, montar a caballo o cualquier otra cosa que pudiera poner en riesgo tu bienestar (y los millones de dólares que cuesta una filmación). Así que cuando mi familia iba a esquiar, yo me quedaba bebiendo chocolate en la cabaña. Luego, mi esposa se ganó un viaje para cuatro personas a un rancho en Saratoga, Wyoming. Yo me encontraba entre proyectos, así que podía relajarme. Los niños y yo pasamos una semana haciendo hiking, montando en bicicleta, lanzando hachas, tirando con arco y conduciendo vehículos 4×4 por el campo.
Con cada aventura, me sentía más y más libre. Me adelantaba en la bici y los molestaba para que me alcanzaran; hacía berrinches cuando ellos daban en el blanco con las hachas más veces que yo y cuando apreté el acelerador de la cuatrimoto, me olvidé por completo del “cuidado, cuidado, cuidado”. Me sentí como un niño de nuevo. Fue maravilloso. Hasta el momento en que caí en una zanja. Mi hijo más joven, quien aún no podía conducir su propio vehículo, sí recordó sujetarse del manillar. Yo no. Salí disparado con tanta fuerza que recuerdo la sensación de flotar, seguida de inmediato de una estrepitosa caída tres metros más adelante. Mis hijos me voltearon a ver como diciendo “¿Quién es esta persona?”.
La realidad es que era yo. Finalmente vieron que estoy tan lleno de energía como ellos. Me di permiso (admito que no de la forma más inteligente) de mostrarles un lado de mí que había intentado esconder detrás de mi comportamiento responsable. Lo que había olvidado es que, en un ambiente controlado, soltarse un poco puede ser divertido. Hay una diferencia entre ser irresponsable a secas y simplemente dejarse llevar de vez en cuando. Yo hice lo segundo y recordé que eso es lo que hace que la vida valga la pena, especialmente para un niño como yo.

DAVID OYELOWO es actor. Ha aparecido en Selma, Don’t Let Go y Lawmen: Bass Reeves. Puedes verlo interpretar a un padre en Government Cheese en Apple TV+.
Papás divertidos: explora el cosmos por Roy Wood Jr.
Cuando estaba en tercero de primaria, vi una película que se llama Space Camp. Se trata de un grupo de niños que accidentalmente son enviados al espacio y tienen que descifrar cómo pilotar la nave espacial para volver a casa. Aunque no es la trama más creíble, esa película le hizo algo a mi cerebro. Fue mi introducción al mundo de la aviación y el espacio, y desde entonces el concepto de volar me fascina.
No recuerdo todos los detalles, pero sé que en algún momento durante el verano posterior a eso, llegó un folleto de un campamento espacial a mi casa. Le rogué a mi mamá todos los días durante dos semanas que lo abriera, que simplemente lo leyera. Finalmente, me dijo que no tenía que abrirlo para saber que no podíamos costearlo.
Hasta ese momento, pensaba que éramos una familia de clase media y todo iba bien. No sabía que las cosas pendían de un hilo. Así que nunca volví a hablar de ello. El mensaje que recibí fue “esas son cosas frívolas. Jugar a ser un astronauta no se ajusta a nuestro presupuesto”. Enterré mi fascinación por el espacio y decidí que mejor quería volverme bombero.
Unos 30 años después, me convertí en padre. Como probablemente sabes, cuando esto ocurre, tienes que hallar la manera de entretener a tus hijos. Lo que hice fue comenzar a llevar a mi hijo a museos. Fuimos al U.S. Space & Rocket Center dos veces. Ahí, mi hijo vio el folleto de un campamento espacial en Florida. Me preguntó si podía ir. Hice cuentas y le respondí: “Claro que puedes. Pero no sólo eso, voy a ir contigo”. Obviamente, el niño que fui estaba extasiado con la idea. Era demasiado grande para las camas ahí, pero no me importó. Mi hijo y yo nos sentamos juntos en un simulador, como piloto y copiloto. Nos subimos a los aparatos que usan los astronautas para entrenar. Construimos nuestro propio cohete y pasamos una semana comiendo juntos tres veces por día.
Como padre, debes ser capaz de darle una mejor vida a tus hijos que la que tuviste tú, y experimentar eso en tiempo real es genial. Este año aplicamos para ir a un campamento en el Kennedy Space Center (sí, hay que aplicar. El proceso es muy competitivo). Esperamos que suceda en el 2026. Ojalá mi hijo aún quiera ir, incluso si empieza a gustarle otra cosa, como suele sucederle a los niños. Acudir a ese campamento con él llenó un vacío que tenía en mi interior y además me permitió cumplir un deseo que tenía él. Definitivamente fue mejor que ver la película.

ROY WOOD JR. es actor y comediante. Ha aparecido en The Daily Show, This Is Not Happening y Have I Got News For You.
En defensa de la maleta de imprevistos
Todo son risas hasta que alguien se raspa la rodilla o se le baja el azúcar. Para atender este tipo de emergencias, le pedimos al experto en supervivencia (y padre de tres), BEAR GRYLLS, que nos cuente cómo prepararía una mochila para tener aventuras con sus hijos.
Multiherramienta

Tijeras, desarmadores, abrelatas y cuchillos con sierra. Aquí está todo lo que podrías requerir para un hike con tus hijos. Cómprala aquí.
Snacks

El metabolismo de los niños incinera las calorías de inmediato, así que se necesita una buena dosis de combustible. A Grylls le gustan las nueces con dátiles. ¿Es aburrido? Un poco. ¿Te quita el hambre? Sí. Ahí lo tienes.
Kit de primeros auxilios

“La mayoría de los kits no sirven para nada”, dice Grylls. “Así que mejor arma el tuyo. Incluye vendas adhesivas, toallitas antisépticas, gel antibacterial, ibuprofeno, gotas para los ojos y pinzas”.
Una cuerda

“Hay un montón de cosas que puedes hacer con ella”, explica. “Desde juegos hasta escalada, una balsa o ejercicio”. Cómprala aquí.
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